Le Pen gana las elecciones… en Dinamarca

Socialdemócrata danés parece ser un pleonasmo más, como agua húmeda, nieve blanca o cambio climático. Pero no es así. La sociedad danesa es plural, y una victoria del Partido Socialdemócrata es una muesca más en la periódica rueda democrática danesa.

Estrictamente hablando, no se puede decir que la victoria se la haya llevado la socialdemocracia. Ha obtenido en las últimas elecciones 48 escaños, de 179 que tiene el Parlamento. Le quedan 42 escaños para alcanzar la mayoría. Necesita contar con los 16 escaños de los Social Liberales, los 14 de los social-verdes de SF y otros 13 de los rojiverdes.

Si falla alguno de esos socios, se queda sin mayoría. Cuenta, además, con otros 5 escaños de La Alternativa, aún otro partido progresista y ecologista, pero no los necesita. Juntos suman 96 escaños que, ahora sí, son suficientes para dar apoyo mayoritario al gobierno. En Dinamarca las mayorías no las forman los partidos, sino los bloques, como pasa desde hace pocos años en España.

Pero su bloque ha vencido, y el bloque de centro derecha abandona el poder. Pese a que los liberales han subido de 34 a 43 escaños, los populistas de DF (Partido del Pueblo Danés) se han desplomado: de 37 a 16 escaños. Los votantes entienden que esta formación, crítica con la presencia de extranjeros que se benefician de las ayudas públicas sin aportar valor al resto de la sociedad, no ha logrado forzar a los liberales a cambiar la política.

Esto no quiere decir que el discurso del DF haya caído en saco roto. La líder del partido socialdemócrata, Mette Frederiksen, ha hecho suyo el discurso duro con la inmigración que tan buenos resultados le ha dado a DF, hasta que sus electores han entendido que les ha traicionado. Ya en las elecciones de 2015 los socialdemócratas (Socialdemokratiet) se presentaron ante los daneses con el lema “Si vienes a Dinamarca, tienes que trabajar”.

En estas elecciones, bajo el liderazgo de Frederiksen, el partido ha adoptado un lenguaje que parece sacado de los DF. La joven (41 años) líder socialdemócrata ha dicho que el islamismo es una barrera a la inmigración, y ha reconocido que muchos de ellos “no respetan el sistema judicial danés”. Y es lógico que así sea, ya que el Islam tiene su propio acervo de costumbres que ordenan la vida en sociedad: la sharía. Son un conjunto de normas entre el derecho y la moral que chocan con los valores occidentales. Allí, por ejemplo, según Frederiksen, las niñas están sometidas a “un control social masivo”. Ella ha asumido la mayoría de las medidas adoptadas por el anterior gobierno encaminadas a controlar la inmigración.

No ha cambiado la posición de su partido sin oposición, pero según ha dicho ella: “normalmente buscaría el consenso, pero no en política de inmigración”. Frederiksen advierte: “Durante años hemos subestimado los problemas de la inmigración”. Y “la política económica y exterior en Europa ha sido demasiado liberal. Hemos fracasado en el mantenimiento del contrato social, que pasa por la construcción de un modelo social socialdemócrata”.

Yo no he firmado ese contrato, ni creo que los daneses lo hayan hecho. Pero esta es la cuestión fundamental. Como señaló Milton Friedman hace décadas, mantener un Estado de Bienestar con una inmigración libre es incompatible. Si todo el que llegue puede acceder a servicios básicos pagados por los nacionales, y puede entrar potencialmente todo el mundo, podrá ocurrir lo que ocurre en Dinamarca y en multitud de otros países. Frederiksen quiere mantener el Estado del bienestar, y eso ha de ser a costa de cercenar la inmigración.

Es el mismo tandem que está a punto de llevar a la presidencia de Francia a Marine Le Pen: Estado de Bienestar y control migratorio. Sólo que en el caso de Le Pen es al reves: quiere lograr el control migratorio a costa de defender el Estado del Bienestar. Una fórmula ganadora, más allá de etiquetas como “socialdemócrata”, “ultraderecha” o “populista”.