Los misterios del cóndor andino que los investigadores intentan descifrar

Un grupo de biólogos y veterinarios analiza sus hábitos desde hace 12 años en Bariloche. Entre otros datos, también detectaron que algunos nidifican en Chile y vienen a alimentarse a la estepa argentina.

El cóndor es majestuoso. Se impone su figura en los aires de la cordillera por donde transita cada día en sus cientos de kilómetros de recorrido habitual (puede llegar a 360). No entiende de fronteras y mantiene su vida bajo un manto de misterio que desde hace 12 años intenta descifrar un grupo de biólogos y veterinarios que trabajan en pos de la conservación de la biodiversidad.
En una tarea minuciosa, el grupo de Investigaciones en Biología de la Conservación del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medio Ambiente (dependiente del Conicet y la Universidad Nacional del Comahue), que lidera el doctor en biología Sergio Lambertucci, busca conocer un poco más sobre la ecología y los problemas de conservación del cóndor andino, una de las aves voladoras más grandes del mundo, que puede llegar a pesar 16 kilos y medir 3 metros, entre punta y punta de sus alas.
Estos 12 investigadores (biólogos y veterinarios) radicados en Bariloche tienen un seguimiento detallado de la actividad del cóndor. Su vuelo, qué come, dónde anida, cuánta energía gasta en carretear para levantar vuelo, entre otras conductas, son parte del análisis que iniciaron en 2006 cuando se comenzó con el proyecto local.
“Empezamos a marcar cóndores usando distintos tipos de tecnología, con transmisores satelitales, que nos dan la localización, la altitud y la velocidad del animal. Pero también –con dispositivos que funcionan como un diario de vida que incluyen un acelerómetro que nos dice la posición del animal (si está parado, echado, aleteando, tomando agua o comiendo)–. Esta tecnología nos da mucha información, hasta 40 datos por segundo de qué está haciendo el animal”, relató Lambertucci quien hace más de 20 años investiga a esta especie.
“Marcar” el animal no es otra cosa que colocar un dispositivo en su espalda, con una especie de mochila pequeña que transcurrido un tiempo se cae en el medio de campo y que durante los días que está en el lomo del cóndor, transmite una infinidad de información que sirve a los especialistas para comenzar a responder las incógnitas del cóndor.
Lambertucci admite que hasta el momento en que comenzó este trabajo se conocía muy poco de la vida del cóndor. “Hacíamos observaciones en dormideros y nidos, veíamos llegar e irse , pero cuando se iban estos animales que vuelan tanto y se mueven tanto, era muy difícil saber lo que hacían o qué pasaba cuando traspasaban una montaña”.
Los primeros datos que pudieron corroborar los investigadores es que los cóndores van a los campos de la estepa en los alrededores de Bariloche para alimentarse. También detectaron muchos acantilados (conocidos como buitreras o condoreras) donde van a dormir. Una vez que salen de allí, algunos individuos se dirigen a la costa chilena, cerca de Puerto Montt, donde nidifican. De allá vienen todos los días a alimentarse a la estepa y vuelven a sus nidos. Otros nidifican del lado argentino entre la Estepa y la Cordillera.
¿Por qué tienen nidos tan lejos? “Nos preguntamos si iban a Chile para comer fauna marina, creemos que antiguamente lo hacían pero en la actualidad con los cambios que hubo en la costa en cuanto a densidad humana y la baja en la abundancia de mamíferos marinos, dejaron de hacerlo y se vienen acá donde hay mucha comida porque hay ganado”, detalló Lambertucci.
Los cóndores se alimentan de animales muertos, de carroñas que encuentran en el campo y que divisan desde lo alto por la excelente vista que tienen. Llegan a recorrer unos 360 kilómetros por día y pueden moverse mucho gastando muy poca energía porque planean con la ayuda de los vientos y las térmicas.
“Este animal en el aire, solo aleteando, si no tiene ayuda de las corrientes ascendientes de aire, caería porque es muy pesado para volar, es una de las aves voladoras más grandes que hay en el mundo y tiene restricciones para moverse por su tamaño”, explicó el líder del grupo que cada año, entre noviembre y marzo, acude a la zona de la Estancia “El Cóndor” cerca de Bariloche, para atrapar a los cóndores cuando llegan a comer y colocarle los dispositivos.
Para Lambertucci “el momento más arriesgado para ellos es cuando deben bajar al suelo y luego salir volando después de comer porque si no hay buenas condiciones de vuelo deben correr mucho o carretear”. En esa situación antiguamente –cuando se los perseguía mucho– era más fácil que los maten. Actualmente el mayor problema que genera mortandad radica en las carroñas envenenadas en el campo principalmente utilizadas para perseguir a otros carnívoros, como el caso de los últimos 34 cóndores que aparecieron muertos en Mendoza.