“Nació como una revolución nacionalista y terminó como una dictadura perfecta”.
Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura.
Así definió el genial literato al largo camino hacia el deterioro de lo que fue una de las más emblemáticas revoluciones americanas: la Revolución Mexicana de principios del siglo XX. Se mantuvo en el poder hasta el final, incólume, hasta que el poder se le acabó. Y con sólo una docena de años de transición, vuelve al ruedo, triunfante. Algo así como “qué bien que estábamos cuando estábamos mal”.
De hecho, muy mal deben haber hecho las cosas Vicente Fox y su sucesor Felipe Calderón para que en tan poco tiempo el partido, que fue sembrando de corrupción el campo de la política mexicana, termine alzándose de nuevo. Y para que lo haga, además, superando en las elecciones al frustrante PAN y la sempiterna perdedora línea de izquierdas, alguna vez encolumnadas con cárdenas, otras veces con López Obrador, y siempre más visibles en los discursos que en los votos.
Lo cierto es que acá están, y éstos son. Eufóricos, mediáticos, pulcros, perfectitos en imagen, ofreciendo decisiones “imprescindibles” según sus voceros. Y uno se pregunta, ¿por qué creerles?, ¿por qué suponer que harán algo totalmente distinto, diametralmente opuesto a lo que mostraron tras siete décadas de gobierno?
Los priístas se preocuparon mucho más por perpetuarse en el mando y por hacer enormes negocios y fortunas al amparo de ese poder, que por alcanzar la satisfacción de los más necesitados, de los millones de marginados sociales. Se establecieron en una elite gobernante bañada permanentemente por la corrupción y muy distante de las masas, a las que se las buscaba sólo cuando eran requeridas para fines electorales o para la mantención del statu quo.
Es curioso (como mínimo) leer que entre los “Trece puntos” del flamante gobierno está el de crear un “Plan Económico 2013 con Déficit Cero”. Se la pasaron criticando al gobierno del PAN por la inflación, el desempleo y la violencia, utilizando como consigna de campaña el lema “El PRI sí sabe gobernar”. ¿Por qué es curioso? Porque si analizamos las inflaciones que sufrió México con el PRI durante las décadas del ‘70, ‘80 y ‘90 comprobamos que son las más altas en la historia del país, y muy superiores a las que se dieron en los primeros diez años de este siglo con el PAN.
En la década de los ’70, la inflación acumulada fue del 378%. En los ’80, del 116,83%. Y en los ‘90, del 322%. Durante la primera década de este siglo, bajo el gobierno federal panista, fue del 49%. La devaluación del peso con el PRI en los ’70 y ‘80 fue del 84%; en los ’90 llegó al 210%. En los diez primeros años de gobierno federal, fue sólo del 37%.
Otro de los objetivos declarados es el de “ordenar la deuda de los gobiernos locales”. Ahora bien, revisemos los números. Los cinco Estados que más se han endeudado y donde existe una mayor opacidad en la revisión de cuentas fueron los gobernados por el PRI en lo que va de este siglo: Coahuila, Chihuahua, Nayarit, Oaxaca y Tamaulipas. Y según datos del Consejo Nacional de Seguridad Pública, cinco de los seis Estados con el mayor número de asesinatos en 2010 son los gobernados por el PRI: Chihuahua, Sinaloa, Tamaulipas, Durango y el Estado de México (el otro es Guerrero, gobernado por el PRD). La mayoría de los municipios con los más altos índices de violencia también están o han estado gobernados por el PRI.
Hablan de reformar la Ley de Educación. Pero uno no puede menos que recordar que la educación pública estaba en un segundo plano, porque precisamente lo que menos se quería era que el ciudadano se preparara cada vez más y que pudiera, desde la sociedad, representar un peligro para el gobierno. Paralelamente, crecía el número de mexicanos en pobreza extrema; crecía cada vez más, hasta alcanzar a más del 55% de la población nacional para el último sexenio priísta encabezado por Ernesto Zedillo y que culminó en el 2000.
El nuevo presidente Peña Nieto sostuvo que quiere un gobierno “a favor de la justicia, para un México en paz”. Debería creerle, si no fuera porque éste señor es recordado por la brutalidad de sus hechos represivos de San Salvador Atenco en 2006. Cuando Peña era gobernador del Estado de México dirigió una brutal operación policial contra esta comunidad que, según investigaciones posteriores de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CND) y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, incluyó “abusos de parte de las fuerzas municipales, estatales y federales, detenciones arbitrarias, trato cruel, inhumano y/o degradante, allanamientos de morada, tortura, abuso sexual y violaciones a mujeres, además de violación a los derechos de menores de edad”. Eso está documentado.
Sin contar, ya que hablamos de paz, que el día en que asumió, un grupo de manifestantes se reunió para expresar su disgusto y democráticamente Peña dispuso 6.000 unidades policiales armadas que los enfrentaron. Quedó un saldo de 92 detenidos y decenas de heridos, siete de gravedad, sólo en el Distrito Federal. Porque en Guadalajara (Jalisco) también se reportaron al menos 30 detenidos y 45 heridos. Así asumió. Así de pacífico es todo. En su discurso inaugural dijo que uno de los objetivos inclaudicables es “reducir la violencia”…
El patético López Obrador volvió a hablar de fraude (es la tercera vez), o de “voto impuesto por los medios de comunicación”. Sería bueno que reconociera algo evidente: los observadores reconocidos descartaron el fraude. Y si “doña Rosa” votó por el PRI como la mayoría porque le ofrecieron un vale del supermercado, aun así lo hizo por voluntad propia. Si esos votantes hubieran tenido una propuesta mejor, no lo hubieran acompañado. Si la oposición no se da cuenta de que no tuvo nada para ofrecer, que no tuvo éxitos para mostrar, no inventen culpables; fue su propia incapacidad para gobernar (el PAN) y para mostrar algo distinto y creíble (el PRD).
Empresarios y dirigentes de cámaras del sector expresaron su optimismo por la administración del nuevo presidente y calificaron sus propuestas como fundamentales para el crecimiento del país. De hecho, el presidente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, Claudio Xavier González, tildó de “estupendo” el discurso ya que, en su opinión, marca un camino para la transformación de México. Entre los empresarios encantados con la nueva realidad está también Carlos Slim, considerado una de las tres mayores fortunas del mundo.
Él cree. Yo no. Ojalá sea él quien gane, por el bien de los mexicanos.