Miles de viajeros británicos se han sumado a las protestas en decenas de estaciones contra la escandalosa subida de año nuevo, del 3,4%, en los billetes de los trenes: los más caros y los más viejos de Europa. Ondeandos carteles con El Gran Robo del Tren y Precios justos ahora, viajeros como Sarah Beer hicieron piña en la entrada de la estación de London Bridge por segundo día consecutivo.
“Lo que nos están haciendo equivale a la extorsión”, aseguraba Beer, exhibiendo su abono anual que ha pasado a costar 4.000 libras (4.500 euros) para cubrir la distancia de apenas 60 kilómetros entre Linfield y Londres. “El precio es un escándalo, pero más grave aún es lo lamentable y poco fiable del servicio”.
Andy McDonald, portavoz de Transporte de la oposición laborista, no pudo sumarse a la primera jornada de protestas precisamente por la avería de su tren, camino de Leeds. “Vamos a exigir que los trenes vuelvan a manos públicas”, se consoló con un mensaje enviado en twitter para amenizar la espera. “Los pasajeros merecemos algo mejor que esto”.
La ira colectiva se ha dirigido en las últimas horas contra el secretario de Transporte Chris Grayling, de viaje estos días en Qatar para promocionar la imagen del Reino Unido, ajeno a las protestas de la mayor subida de tarifas de los últimos cinco años (el doble del aumento de salarios en el 2017).
Desde la privatización de los trenes británicos, urdida por Margaret Thatcher y rubricada por el conservador John Major en 1993, el Reino Unido se despegó del resto de Europa. Los precios se dispararon y el servicio ha ido a peor año tras año, mientras la infraestructura (que sigue en manos del Estado) se ha ido deteriorando sin remedio.
Según un reciente informe del sindicato TUC, los británicos se dejan el 13% de su sueldo en el transporte público, frente al 5% de los españoles, el 4% de los alemanes y el 3% de los italianos. El tren de alta velocidad sigue siendo una quimera en tierras británicas, mientras millones de pasajeros se hacinan a diario en trenes que llevan circulando más de 20 años.
“Estamos asistiendo a la mayor modernización de nuestra infraestructura ferroviaria desde tiempos victorianos para mejorar los servicios a los pasajeros”, se excusa el Departamento de Transportes en una escueta nota para hacer frente a las protestas, anunciando el próximo estreno de la modernísimo Crossrail que cruzará Londres de este a oeste.
Los pasajeros lamentan, sin embargo, que son ellos quienes tienen que pagar la factura por adelantado, por las concesiones del Estado a las compañías privadas. Tras el último aumento de las tarifas, el abono anual entre Liverpool y Manchestter (50 kilómetros) es de 3.560 euros y el de Londres a Maidenhead (45 kilómetros) asciendo a 3.490.
“Otro año, otra subida de tarifas”, se lamenta la secretaria general del TUC, Frances OGady, que recalca cómo el Brexit está pasando factura al común del los británicos. “Nuestros primos continentales siguen gozando de unos precios muchos más asequibles y de un mejor servicio, mientras nuestros trenes se siguen deteriorando. La única solución es que los ferrocarriles vuelvan a manos públicas. Eso evitará los subsidios a las compañías privadas y servirá para poner a los pasajeros primero”.