Una multa de tráfico resuelve un crimen sin solución desde hace más de 37 años

Las últimas técnicas de ADN han sido fundamentales para que se descubriera la identidad de una mujer fallecida en 1982 y de su asesino, también muerto muchos años .

Verano de 1982. Unos jóvenes caminan por una ruta de senderismo cerca del lago Tahoe, en la frontera entre California y Nevada, cuando, de repente, se encuentran con un cadáver en el suelo. Es de una mujer, de unos 30 años, y tiene dos disparos en su cabeza. Cuando llegan las autoridades, solo pueden certificar su fallecimiento: es el momento de investigar qué ha pasado, pero pasa el tiempo y no hay una respuesta. Ahora, 37 años después, han conseguido resolver el caso.

Cuando las autoridades acudieron hasta el lugar en el que se encontraba la joven asesinada, todas las pistas les llevaron a un callejón sin salida. Pronto descubrieron que no había nada que permitiera reconocer quién era la víctima, pues no contaba con identificación ni existía, aparentemente, ningún registro de ella en ningún lado. Pero la situación se complicó aún más cuando los expertos no fueron capaces de encontrar ningún dato que pudiera llevarles a descubrir quién era el asesino.

El paso de los años no hizo más que enquistar el caso: no solo no se tenía constancia de quién era la mujer, sino que nadie reclamó la desaparición de una persona con sus características y rasgos físicos, lo que dio lugar a que poco a poco se fuera enterrando en el olvido, al no encontrar ningún resquicio desde el que tirar para continuar la investigación. Hasta que ahora los más sofisticados sistemas de análisis de pruebas han permitido dar con la solución.

Cuatro décadas más tarde, las autoridades han conseguido resolver el caso. El trabajo de los detectives ha sido complementado con las más exhaustivas pruebas de ADN, que pronto comenzaron a dar resultados. Sus datos genéticos tuvieron una coincidencia perfecta con unas huellas digitales que tenía la policía de Detroit por un delito menor de tráfico cometido en 1974, ofreciendo un nombre: Mary Silvani. Su edad coincidía con la de la joven que apareció muerta.

Tras conseguir contactar con dos familiares que tienen webs con su árbol genealógico: ambos confirmaron que tenían una prima que desapareció y de la que nunca más volvieron a saber. Pronto confirmaron que Sylvani nació en Pontiac (Michigan), que vivió su niñez y su juventud en Detroit y que, cuando entró en la edad adulta, se mudó a California. A partir de ahí, los investigadores incluso consiguieron dar con el paradero de sus padres y sus hermanos.

En busca del asesino

Todos los familiares atestiguaron que se trataba de una mujer solitaria y que solía ‘escapar’ durante meses sin tener contacto con ellos, lo que facilitó que la desaparición no fuera tenida en cuenta hasta mucho después, aunque la familia siempre pensó que había decidido cortar contacto con ellos, nunca en un final tan doloroso.

Ahora era el momento de intentar buscar al asesino: de nuevo, el ADN fue capaz de sacar a la luz el nombre de la persona que acabó con la vida de Sylvani: sabiendo dónde vivía y que había sido abusada sexualmente antes de ser asesinada, las autoridades pronto lograron cerrar el círculo, gracias a los registros que ofrecieron varios nombres sobre los que investigar.

Tras pocas pruebas, pronto se descubrió la verdad: James Richard Curry era el asesino, un hombre encarcelado en enero de 1983 —solo medio año después de la muerte de Silvany— después de ser detenido y confesar la muerte de tres jóvenes con un ‘modus operandi’ muy similar, lo que le llevó a suicidarse. ¿Cómo lo lograron? Cotejando el ADN que había en la fallecida con el de los hijos del asesino.

De esta manera, Curry cuenta en su historial delictivo con un asesinato más de los que había confesado, lo que ha llevado a las autoridades a valorar si pudiera haber más casos que no se le hayan atribuido. Los investigadores ahora tratan de esclarecer si víctima y asesino se conocían de antes o si, por el contrario, fue un encuentro fortuito con fatales consecuencias. Casi cuatro décadas más tarde, las autoridades han conseguido resolver un caso que llevaba enquistado todo ese tiempo.