La semana pasada se puso a la venta una edición limitada de 42 máquinas. Cada una, cuesta 25.000 pesos.
Una combinación de azar y oportunidad permitió concretar la fabricación de la primera impresora 3D construida íntegramente en Argentina. Fue lanzada en la Feria de Diseño que acaba de finalizar en La Rural, donde se puso en venta una “edición limitada” de 42 aparatos.
Quienes pasaron por el stand de Trimaker, pudieron ver cómo el dispositivo puede crear, sin prisa pero sin pausa, desde diminutos sillones o torres Eiffel en resina de colores brillantes hasta objetos “imposibles” que parecen surgidos de la imaginación de Escher.
Los protagonistas de esta aventura combinan distintos conocimientos con el mismo entusiasmo creativo. Emiliano Chamorro estudió Abogacía y Finanzas; y entre muchas otras actividades, da clases de emprendimiento en la Facultad de Ingeniería de la UBA. Allí conoció a Maximiliano Bertotto, a quien le falta completar apenas cinco páginas de su tesis para convertirse en Ingeniero; hacía tiempo ya que había creado un foro sobre tecnologías de estereolitografía con amigos “virtuales” en distintas partes del mundo y se había convertido en un verdadero experto en el tema. Andrei Vazhnov se recibió de Físico en Rusia; cursó un máster de Políticas Públicas en Harvard y trabajó en Wall Street y en una startup de desarrollo de software para los nacientes sitios online de medios de comunicación como The New York Times y Financial Times. Hace poco más de dos años llegó a Buenos Aires, se enamoró de la ciudad y decidió quedarse.
“Este tipo de impresoras 3D fotopolimerizan resinas líquidas. Van depositando capa por capa del material y cuando se lo ilumina, se endurece”, explica Bertotto, responsable del desarrollo del hardware.
Con la ayuda de Vazhnov en el software, el equipo desarrolló la tecnología “desde cero”. “Es la mejor que hay para obtener muy buena terminación superficial, resolución de impresión y precisión a un costo realmente accesible”, agrega Bertotto. El artefacto imprime en distintos colores y materiales, como goma o plástico. Cada unidad cuesta 25.000 pesos.
“La mayoría de los trabajos consisten en mover materia en el espacio y aplicar ciertos procesos. Ahora tenemos máquinas a las que podemos darles todo tipo de instrucciones para que controlen materiales con suficiente precisión. Son algo así como una nueva especie de robot, y hasta hay empresas que generan modelos tridimensionales de una serie de fotografías tomadas con el teléfono en forma gratuita. Probablemente, en el futuro gran parte de lo que hoy se importa y se exporta tal vez pueda producirse localmente. Bastará con enviar un archivo de datos con la información del diseño“, comenta Vazhnov
Los jóvenes emprendedores ya imaginan a sus máquinas en manos de artistas, diseñadores y hasta instaladas en negocios similares a los locutorios, donde se podrá solicitar la “impresión” de objetos de uso cotidiano.