La frutilla del postre

La desastrosa relación de Guillermo Montenegro con el área de Cultura municipal encuentra, en el final de su primera gestión, su episodio más bochornoso. ¿No están cansados de que se les escape la tortuga?

Hace cuatro años, cuando la gestión Arroyo tocaba su fin y el Guillermo Montenegro se preparaba para asumir su cargo de intendente de la ciudad, los empleados de la —en ese entonces— Secretaría de Cultura se horrorizaban ante la confirmación de que, finalmente, era Carlos Balmaceda quien iba a quedar a cargo del área, trayendo consigo a Julio Neveleff, uno de los ex funcionarios de peor imagen entre los municipales que quedarían pronto sometidos a su (falta de) liderazgo.

Que era la receta del desastre, se lo dijo todo el mundo. Vaya a saber por qué, Guillermo Montenegro no quiso escuchar. Así comenzó a prepararse este amargo postre que ahora, con el affaire Marazzo, encuentra al fin su frutilla. Pero lo más triste es que, de cara a la segunda gestión montenegrista, pareciera que las cosas mucho no van a mejorar.

El club de los inútiles

Tenían todo servido para hacer una buena gestión. No hacía falta demasiado: llamar a algunos concursos para cubrir cargos vacantes, empujar un par de obras, y se hubieran ido como unos campeones. En cambio, decidieron hacer la plancha.

La pandemia les vino como anillo al dedo: ya hacía rato que todo estaba abierto y funcionando, y ellos mantenían las bibliotecas cerradas. Decenas de empleados cobrando por hacer nada. Tanto hicieron la plancha, que el Centro Cultural Osvaldo Soriano —que alberga a la biblioteca Leopoldo Marechal— se cayó literalmente a pedazos, lo que hubiera bastado para pedirle la salida a cualquier otro funcionario. Vaya uno a saber por qué, Balmaceda y Neveleff se quedaron. Cerraron el edificio diciendo que lo iban a poner en obra, y que en apenas ocho meses se iba a reabrir. Tardaron diecinueve meses en abrirlo, de manera parcial.

Las muestras de ineficiencia del dúo Balmaceda-Neveleff estaban a la vista, pero Montenegro no reaccionaba. El secretario iba una y otra vez al Concejo Deliberante, pero no daba explicaciones: se la pasaba haciéndole perder el tiempo a los ediles diciendo estupideces como que para conocerlo a él había que leer sus novelas (traducidas en varios idiomas). Hasta que, finalmente, se les escapó la tortuga de manera notoria por primera vez: dejaron afuera de la competencia a toda la delegación marplatense que iba a participar de los Juegos Bonaerenses porque contrataron el micro para el día que no era.

A este error garrafal no pudieron esconderlo: enseguida la cadena de corte y pegue se hizo eco de la animalada, y la inutilidad de los funcionarios quedó expuesta en todo su esplendor. ¿La respuesta de Montenegro? Fusionar la Secretaría de Cultura con el EMTUR, creando un Ente Municipal de Turismo y Cultura y echar, ahora sí, a los inútiles que, durante casi cuatro años, cobraron unos sueldos exorbitantes a cambio de no hacer absolutamente nada.

Diversos actores del mundillo de la cultura local —entre ellos, algunos ex secretarios del área— no tardaron en manifestarse en contra de la fusión de la Secretaría y el Ente. En sí, el cambio no tenía por qué ser malo. La verdad es que no se necesita un ejército de funcionarios políticos para que las cosas se hagan bien. Sin embargo, lo primero que hizo el nuevo Ente fue someterse a la voluntad de Aldrey Iglesias, desconociendo lo que establece el pliego de concesión del Centro Cultural Estación Terminal Sur y permitiendo que la Feria del Libro Mar del Plata Puerto de Lectura se realice en otra locación: justamente, en el Centro Cultural Osvaldo Soriano que, ahora sí, fue arreglado como corresponde.

¿Tan difícil era deshacerse del lastre a tiempo? ¿Hacía falta que cometieran un error tan grosero para que, finalmente, se fueran del área?

Pero la saga de desaciertos de Montenegro con la cultura no terminaba allí. Todavía faltaba el papelón de la Casa sobre el Arroyo y la directora que se creyó dueña del museo.

Marazzo

La de Magalí Marazzo es una figura compleja: por un lado es —hay que reconocérselo— la persona que se puso al hombro la reconstrucción de la Casa sobre el Arroyo y quien logró que, tras años y años de desidia y abandono, hoy la mítica estructura ideada por el genio de Amancio Williams haya recuperado todo su esplendor; pero también es—tal como muchos lo han señalado— una persona conflictiva, narcisista y que, en algunas ocasiones, recurre a estrategias muy oscuras para conseguir lo que quiere, como amenazar con mostrar supuestos chats comprometidos que guarda en su celular, y cosas similares.

¿Había manera de evitar el escándalo que se armó a nivel nacional al respecto del registro de las marcas «Casa sobre el Arroyo» y «Casa del Puente»? Sí, si uno presta atención y conoce a quienes le delega su poder. La designación de Marazzo al frente del museo se arrancó torcida desde su inicio, ya que su cargo estaba bajo la órbita de Obras Privadas, cuando el edificio que se le confió dependía de la Secretaría de Cultura. Las razones detrás de esta designación tan irregular nunca quedaron claras pero, de nuevo, lo importante no son los papeles —mezclar turismo y cultura, o poner funcionarios de un área a darle órdenes a empleados que dependen de otra—, sino que las cosas se hagan. Y Marazzo lo hizo: logró la reconstrucción del edificio. Pero, mientras lo hacía, también hizo muchas otras cosas, como comportarse como la dueña del inmueble o manejar una comunicación centrada en ella y no en la casa, en una constante muestra de narcisismo descomunal.

Marazzo no es nueva en el ámbito municipal: después de pasar un tiempo en el Museo Casa sobre el Arroyo —de donde se fue en muy malos términos con sus compañeros del área— pasó a depender de bibliotecas, donde su figura generaba conflictos constantes, e interminables roces con sus compañeros. ¿Habló Montenegro con algún empleado de Cultura antes de darle un cargo político en la secretaría de Obras Privadas y ponerla al frente de la legendaria construcción? Seguramente no, porque le hubieran dicho cosas parecidas a lo que decían de Neveleff. O peores.

Finalmente, Marazzo se pasó de rosca y —según ella, con la intención de evitar que nadie más lo hiciera— registró a título personal las marcas «Casa sobre el Arroyo» y «Casa del Puente» generándole así un nuevo escándalo a Montenegro, que parece ser el único mecanismo que es efectivo a la hora de limpiar de su gabinete a los funcionarios que no funcionan. La movida por parte de la ex directora no se entiende de ninguna manera: si pensaba hacer un negocio quedándose con los derechos del logo de la casa y las marcas asociadas a ella, no había manera de que éste prosperara; y si de verdad estaba preocupada porque alguien más hiciera el registro, estaba muy mal asesorada, porque no hay manera de que, llegado a un juicio por regalías, algún juez le dé la razón a un aventurero que haya registrado, a su nombre, un bien municipal.

Más allá de sus razones, que la aventura de Marazzo al frente de la Casa sobre el Arroyo iba a terminar con algún escándalo, era algo que cualquier empleado municipal que haya tenido un mínimo trato con ella podría haber adelantado hace ya cuatro años, antes de su designación. A pesar de ello, al intendente Montenegro se le escapó la tortuga, otra vez.

Malos augurios

¿Fue una buena idea fusionar la Secretaría de Cultura con el Ente Municipal de Turismo? Insistimos: las formalidades son poco relevantes, lo importante es que las cosas se hagan. Ahora, la decisión de vaciar el chalet de Mariano Mores y hacinar a los empleados entre el Centro Cultural Osvaldo Soriano y las oficinas de Turismo, no parece demasiado acertada. Dicen que es para mantener controlados a los empleados sin la necesidad de hacer más nombramientos políticos. Suena a una solución torpe e ineficiente: en el área de Cultura los empleados no sobran —más bien, todo lo contrario, hay cargos que no se cubren hace rato—y las funciones que tienen que cumplir son más bien específicas y fáciles de controlar.

¿Se viene otro escándalo? Difícil saberlo, pero con el poco interés que tiene Guillermo Montenegro al respecto de la cultura en nuestra ciudad, no sería raro ver dentro de poco una nueva historia bochornosa vinculada al tema en la tapa de los medios locales, o alguna otra tortuguita paseando por la vereda de la municipalidad.