Mentime, que me gusta

Polémica por los aviones de combate comprados en la gestión macrista e inutilizados durante el kirchnerismo. Entre imposibilidades reales de uso, y cotillón político de alto impacto.

Durante la gestión del ex presidente Mauricio Macri, la Argentina adquirió cinco aviones cazabombarderos Super Etendard Modernisé (SEM), por 12,5 millones de euros. Las aeronaves estaban fuera de servicio, pero eran utilizables —una vez puestas en valor— según los estándares de uso y seguridad para los pilotos.

La idea de comprar estos aviones no fue repentina, ya que la Armada Argentina trabajaba en este proyecto desde hacía 15 años, pero los vaivenes políticos y económicos del país, además de la falta de decisión política durante los años de gobierno kirchnerista, habían frenado la operación. Cuando se planeó la compra, los «caza» todavía prestaban servicio para las fuerzas armadas francesas y, en lugar de cinco, iban a ser doce los que vinieran para el país.

En los últimos días, el ministro de Defensa Jorge Taiana sorprendió con un comentario que circuló en los medios de comunicación y generó repudio de parte de la oposición y rechazo en sectores vinculados a la aviación militar: dijo que los aviones que habían llegado durante el gobierno de Cambiemos «estaban para chatarra».

Medias verdades

¿Qué pasa con los aviones? Es cierto que están guardados en los hangares de la Armada. No pueden volar, porque les falta un componente que está vencido, que son los cartuchos para eyectar los asientos de los pilotos. Pero, hasta hace pocos meses —marzo, puntualmente— se realizaron pruebas en tierra y se demostró que el resto de las naves están en condiciones. Ergo, no estarían para «chatarra», como lo indicaba Taiana.

La cuestión de los asientos es particularmente preventiva y responde a asegurar la vía de escape del piloto en caso de tener que eyectarse durante combate o en vuelo, en situación de emergencia. Algo fundamental para que los cazabombarderos puedan estar en servicio. El tema es que los asientos son fabricados por una empresa británica, Martin Baker, proveedora de piezas similares a muchas de las fuerzas armadas de distintos países. Incluso los asientos de los aviones Pampa, de nuestro país, o en su momento los Mirage, también pertenecían al mismo fabricante.

El problema, en la actualidad, es que Gran Bretaña no autoriza a la empresa la venta de los cartuchos para actualizar los sistemas de seguridad de los asientos de los aviones que la Argentina le adquirió a Francia porque entiende que estarían equipando, con repuestos ingleses, una eventual arma de guerra que podría ser utilizada contra las fuerzas británicas destacadas en las Islas Malvinas.

Vale preguntarse por qué, sabiendo de esta situación clave, la Argentina avanzó con la compra de los Super Étendard a Francia. Si bien no era una novedad para la Armada Argentina que existía esta situación nebulosa con la previsión de los cartuchos que debían llegar desde Inglaterra —y Francia se lo comunicó al Ministerio de Defensa que encabezaba Oscar Aguad—, la situación política de entonces era otra. Las relaciones entre Argentina y Gran Bretaña atravesaban un mejor clima político. Y Aguad había hecho saber que los aviones no tenían destino ofensivo, sino mantener el entrenamiento y las capacidades de los pilotos argentinos, que los requerían para no perder sus habilidades de vuelo. Porque, afortunadamente, la Argentina es un país «de paz» y no de conflicto.

Desarticulando el relato

En la gacetilla de prensa N°5 emitida desde la Armada Argentina se hace saber, con el rigor que caracteriza a las fuerzas castrenses a la hora de la comunicación, que lo dicho por el ministro no es real: «La Armada Argentina informa que las aeronaves correspondientes al sistema de armas Super Étendard Modernisé (SEM) incorporadas en mayo de 2019 al Comando de la Aviación Naval y asignados a la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque no han sido desprogramadas por parte del Ministerio de Defensa. Tras su arribo al país las aeronaves fueron sometidas a un plan de inspecciones y mantenimiento por parte del personal del Arsenal Aeronaval Comandante Espora y de la Escuadrilla a la que pertenecen».

Lo que están haciendo no es una aclaración, sino una desmentida, toda vez que las expresiones de Taiana iban de lleno al corazón del programa, apuntando a una virtual cancelación de este, al que no le ponían la firma en un instrumento jurídico como podría ser un decreto o una resolución, pero lo dejaban tambaleando, al borde del cierre, con los aviones estacionados en los hangares y sin volar.

Además, tampoco es real la imagen de inoperatividad que quiso transmitir el funcionario cuando la misma gacetilla explica que durante este tiempo se avanzó, «llevando a cabo la capacitación del personal de mantenimiento y la instrucción y adiestramiento de los pilotos aeronavales en los procedimientos previos y posteriores al vuelo, utilizando el simulador de vuelo adquirido e instalado en la Base Aeronaval Comandante Espora, quedando a la espera de los componentes que permitan el inicio de las actividades de vuelo» (sic).

Es decir, los militares argentinos, acostumbrados a las idas y vueltas que se perciben de manera constante en el país, siguieron su plan de trabajo aguardando que «despejen» las condiciones de aislamiento políticas y en algún momento lleguen los repuestos que servirán para poner en servicio los cinco SEM que vinieron con la idea de contribuir en el entrenamiento de los efectivos nacionales.

Entrevistado por la FM 99.9, el analista de Defensa y director del medio Pucará Defensa, Santiago Rivas, dio un semblante sobre la situación basado en su experiencia y comentó que «una venta de armamento siempre es política. Y el mundo no nos confía demasiado por los vaivenes políticos que tiene la Argentina. En ese marco, debiera haberse trabajando en el desarrollo propio como lo hacen otros países, Brasil por ejemplo». Rivas se refería a que la industria aeroespacial Argentina debiera estar abocada a tener con qué sustituir los componentes que le faltan a los aviones para ponerlos en «modo de servicio».

Claro que, para alcanzar esos niveles, hace falta algo más de tiempo que lo que se requiere para la compra de los repuestos, aunque todo hace indicar que ese podría ser el camino definitivo, en caso de que Gran Bretaña mantenga el veto a la operación entre Martin Baker y el Ministerio de Defensa de la Argentina.

Y puede hacerlo: de hecho, la Argentina intentó ingresar al programa de compra de los Gripen, aviones desarrollados por la industria sueca, en cabeza de la empresa Saab. Por entonces, los británicos, que son socios de los suecos en el desarrollo del proyecto, dijeron que no se les podía vender a la Argentina aviones con componentes que eran fabricados en su territorio. Y los suecos debieron privilegiar el vínculo societario antes que una operación comercial como ya mantienen con las fuerzas armadas de República Checa, Hungría, Sudáfrica y Tailandia.

Para esto, Rivas tiene una explicación: «Gran Bretaña es miembro de la OTAN, eso da un peso específico importante que la Argentina no tiene. En el proyecto Gripen, que la Argentina quiso acceder y contaba con el aval de Suecia, Gran Bretaña se opuso porque aporta piezas claves para los aviones. Ni siquiera aceptó el recambio de sus piezas por otras de origen sueco para facilitar el acceso de la Argentina al uso de esos aviones».

Imprecisiones o falsedades

Los tiempos políticos arrecian en nuestro país. Por eso, la cuestión de los aviones se metió en la instancia previa de la campaña electoral. La intención de Taiana era dirigir un mensaje de ineficiencia y pretendida corrupción, que quedó desarticulado rápidamente cuando desde la Armada Argentina, pasando por la política y llegando a los particulares, pusieron negro sobre blanco, acertando en considerar que el punto central no es que los aviones no funcionen o no sirvan, sino que en estos 4 años de gestión del presidente Alberto Fernández no se logró que llegaran los cartuchos para hacer eyectar los asientos.

El tema no pasó inadvertido para Rivas, quien también se mostró sorprendido por el ruido que se generó alrededor de los aviones. Dijo que «es llamativo que salga este tema en contexto preelectoral, cuando ya se hicieron pruebas de corridas de pista. Se está volviendo para atrás varios meses», consideró. ¿Será que el relato necesitaba de una épica devastadora para hacer creer que se había incurrido en una compra, por lo menos, objetable?

Ahora también se intenta que los repuestos que le faltan a los aviones puedan ser sustituidos por componentes a desarrollar en nuestro país, a cargo de Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), el INVAP o la empresa VENG, una empresa estatal que reviste en el ecosistema de la CONAE y que está dirigida a agregar valor especializado en la actividad espacial. Pero eso llevaría mucho tiempo. Antes, desde la Armada misma, alertados de la falta del insumo, propusieron modificar las cabinas para adaptar los aviones al desarrollo local que les permitiera volar, pero la idea fue desechada. Luego, una empresa norteamericana acercó una alternativa para estudiar el desarrollo de los dispositivos a sustituir, pero pidió un adelanto de un millón de dólares que se le negó, por lo cual no se pudo seguir en la conversación.

Tristemente, un tema tan sensible como la seguridad nacional se filtra como eje de la campaña electoral y, además, con datos imprecisos o falsos. En muchos lugares del mundo los políticos mienten. Pero cuando los atrapan en la mentira, las sociedades suelen no perdonarlos. En la Argentina, una parte importante de la sociedad no parece condenar ese tipo de actitudes. Es más, hasta da la impresión de que alientan el famoso: «mentime, que me gusta».