Usurpador de fotos

El camino de Mauricio Ríos | El exdueño de la parrilla de Córdoba y Alberti es el mismo que usurpó una casa de Cariló, aprovechando la pandemia. Su quiebra no parece detenerlo, porque le gusta mucho lo que no es suyo. Pensar que se decía amigo de los influyentes…

Cuando se viralizó un video filmado en una casa en Cariló, con festejos que incluían mucho champagne y cumbia, pudo distinguirse la cara de un conocido comerciante de la ciudad de Mar del Plata. Volvieron a ponerse en foco las relaciones del poder que hacen que algunos adquieran impunidad de la noche a la mañana y parezcan llamados a hacer lo que quieren con lo que quieran, porque Mauricio Ríos, exalmacenero y exparrillero, es de los que aprovecha la oportunidad para sacarse fotos con cualquier funcionario que tenga cerca, y esperar la situación para usarla.

El intendente de Pinamar ya había denunciado ante el Consejo de la Magistratura de la provincia que el fiscal Eduardo Elizarraga no actuaba inmediatamente cuando se efectuaba una denuncia de usurpación de propiedades en su jurisdicción. Algunos pensaban que había connivencia directa con los delincuentes, y los vecinos estaban cada vez más inquietos en medio de la pandemia que no permitía a muchos propietarios llegar hasta el lugar para custodiar su inmueble.

Pero la cara que se veía en las fotos era la del oportunista Ríos: ampliamente conocido en Mar del Plata entre los empresarios vinculados a la nocturnidad, es un vivillo que se saca una foto con cuanto personaje político tiene a su alcance para sacar ventajas. Tal fue su accionar con el intendente Arroyo, quien seguramente ni sabía quién era él cuando acepto posar a su lado. De hecho, cada vez que era observado por un inspector municipal sacaba a relucir la imagen, así como el contacto del ex ministro de seguridad Christian Ritondo, hoy diputado nacional, que aparecía en su teléfono celular.

Ríos tuvo una parrilla en la ciudad que se llamaba como él, “Lo de Mauri”. Explotaba a la vez el lujoso balneario Abracadabra, recientemente denunciado por la tala ilegal de árboles. Mientras tanto, intentaba conseguir amistades poderosas en el ámbito político y, por supuesto, en el entorno policial.

Su relación con el ex jefe departamental Christian Marcozzi no puedo ocultarse por mucho tiempo, porque la foto pescando en gomón en Pinamar se difundió extensamente. Se los ve abrazados y felices, y Ríos luce sus cadenas de oro características. Según se dice, Marcozzi y Ríos son como hermanos.

Casa tomada

El caso de la vivienda usurpada en Cariló se le fue de las manos. La propietaria había ido a la fiscalía descentralizada de Pinamar en marzo, cuando supo de la usurpación, pero la única respuesta que recibió fue que tenía que hacer un juicio civil. Pasaron meses hasta que se pudo entrar a Pinamar, y el resultado fue conocido por todos: un escándalo.

No es que hasta ese momento Ríos hubiera pasado desapercibido: todo el mundo lo recuerda haciendo gala de sus contactos con los fiscales. Pero por más que tuviera notoriedad, su parrilla “Lo de Mauri” había sido clausurada por falta de habilitación y graves problemas bromatológicos: la parrilla era una verdadera mugre, y el desalojo tardó poco en llegar, por más que él no escatimara amenazas.

Pero ahora Ríos —que no para de cometer ilícitos— se encontraba en posesión del inmueble usurpado en Cariló, aprovechando la situación del aislamiento. Cuando se le ordenó abandonar el lugar, mostró documentación apócrifa con la que trató de legitimar su situación en la casa: el supuesto contrato de alquiler que mostraba incluye el nombre de la empresa que es titular de la casa, ligada a la verdadera propietaria.

Es claro que, de alguna manera, obtuvo toda la información catastral con la que sostuvo la falsificación del documento público. Hasta ese momento, todos sus movimientos hacían pensar que Ríos efectivamente hacía lo que quería. Diez meses duró la usurpación de la casa y, en ese lapso, la pintó de otro color, hizo construir una cascada, instaló equipos de aire acondicionado, y le cambió el cartel por uno que indicaba el nombre nuevo: Volver a vivir.

La cuestión es que Mauricio Ríos se presentó ante todos como “dirigente kirchnerista” durante el tiempo que permaneció en el inmueble, que ostentaba a la entrada una gran foto del ex presidente y de su esposa Cristina Fernández, según afirman tanto numerosos testigos, como las personas que fueron contratadas para realizar refacciones en la casa.

El balneario Abracadabra está ubicado en el sur de Mar del Plata, y cobró notoriedad en el ambiente de la nocturnidad. Ríos lo explotaba con la sociedad “Playas de Faro SA”, y en agosto de 2019 había sido denunciado por la Unión de Guardavidas Agremiados (UGA). Las irregularidades evidenciadas poco importaron, y todos creyeron que su poder venía de una supuesta relación con el exintendente Arroyo, lo que, por supuesto, al propietario le convenía.

Quienes más lo conocen aseguran que Ríos ya había practicado las estrategias de la usurpación, y nada era nuevo para él. En Mar del Plata, se había apropiado de playas públicas por la fuerza porque contaba con la complicidad de autoridades judiciales y policiales. En Pinamar puso en práctica todas sus afinidades, y parece haber contado con el titular de la UFI N°5, el fiscal Eduardo Elizarraga, cuya destitución fue solicitada por el propio intendente de la ciudad balnearia, Martín Yeza.

Las huellas

Ríos solía hacer gala de sus amistades dentro de la justicia y de la policía, por eso ahora todos buscan la manera de borrar fotos comprometedoras de las redes sociales. Pero no se puede con todo. Siempre hay imágenes que se filtran y permanecen en las redes de terceros.

De todas maneras, el Jeep que le incautaron durante el allanamiento tenía borroneado el número de motor, por lo que claramente se podía sospechar que se trataba de un mellizo, o de un vehículo clonado. Pero, aunque era Ríos el que lo utilizaba, el fiscal no lo imputó ni siquiera por tener en su poder un vehículo adulterado, ni por encubrir el delito.

Hoy, la parte más inobjetable de la situación es que “Mauri” Ríos está en quiebra: el expediente no es de hoy, sino de 2018, y cursa en el Tribunal Civil y Comercial N°6 de la ciudad. La resolución de la convocatoria de acreedores indica que la fila es larga, y que no será sencillo lograr que este personaje le pague aunque sea algo a todas las firmas a las que les debe. Primero que nadie, a la municipalidad local, aunque a través de su abogado Ríos reniega de todas las deudas de tasas y multas de todo tipo en los comercios que explotaba. No son solamente de la parrilla de calle Córdoba, porque siempre fue almacenero, y tiene al menos dos comercios del rubro en calles Tejedor y Matheu.

Sigue en turno de la fila las deudas a Cabrales SA, y a las bodegas que pretenden cobrar cifras siderales en vinos. Y, por supuesto, a la AFIP: sólo a ellos, les debe más de 170.000.

La Superintendencia de Riesgos de Trabajo le reclama, y también lo hace Sancor Cooperativa Ltda, el Sindicato de Empleados de Comercio, ARBA, distintas empresas que comercializan productos comestibles, Obras Sanitarias, los vendedores de carne y, por supuesto, Rudy Fernando Ulloa, quien asegura haberle vendido un supermercado que nunca le terminó de pagar.

A esta larga cadena de acreedores, se le suma el Banco Credicoop, cuyo membrete brilla en los cheques que sustentaron la mayoría de las deudas antedichas.

Ya sabemos que en Mar del Plata lo desalojaron del local de Alberti y Córdoba que explotaba como “Parrilla El Mauri”. Cuentan los abogados que Ríos había falsificado un contrato de alquiler con firma certificada para hacer un convenio con Obras Sanitarias, y conseguir que así no le cortaran el agua en el local. Pero, como su concepto de impunidad está tan atado al poder, no tuvo empacho en reconocerlo frente a los árbitros del tribunal arbitral. “Y bueno”, dijo, “cosas que uno hace. Era para que no me corten el agua”.

Más allá de haber sido clausurado por todas las irregularidades posibles, en los últimos dos años el cobro de los alquileres se había vuelto imposible para quienes administraban la propiedad, ya que Ríos entregaba cheques incobrables y promesas a futuro. Pero, en el camino, no dejó a nadie sin amenazar con incendios, tiros y demás venganzas, hasta generar en torno de sí un halo de atmósfera mafiosa que todos refieren. Quizá haya llegado el final de su reinado: a cada chancho le llega su San Martín.