El Hospital Regional, tal el nombre con el que todos lo conocen, sigue atendiendo en condiciones infrahumanas. El ministro Collia dijo que es una “deuda pendiente”, lo que no se sabe es cuándo la saldará. No se dan pasos en firme que muestren preocupación por la salud. Los heridos pasan días tirados en la camilla de guardia.
No es una deuda cualquiera. Cuando se habla de salud, lo que se pierde son vidas, lo que se suma son dolores, lo que se padece son enfermedades. No se habla simplemente de dinero ni bienes factibles de ser repuestos.
Quienes trabajan en el servicio de salud del Estado padecen la deuda reconocida con la sociedad, la ven crecer todos los días, y esa desazón conspira contra su voluntad de servicio, porque nadie puede curar en el siglo XXI con instrumentos pretéritos o destruidos, y sin los medicamentos más básicos.
Cada vez que un profesional del HIGA le indica a un paciente un tratamiento, la persona debe dirigirse a la farmacia, donde se le informarán las posibilidades que hay de suministrárselo. Cuando la droga no se encuentra entre los insumos de la farmacia, ni hay un sustituto del genérico, el paciente vuelve a esperar al profesional para que le cambie el remedio. La operación se reitera por lo general más de una vez hasta que el médico opta por preguntar en la farmacia “qué es lo que hay”, y a partir de allí comienza a pensar cómo podría hacer para curar al enfermo con las existencias de la farmacia. Lo mismo sucede, por ejemplo, con la medicación psiquiátrica: los enfermos mentales no toman lo que deberían, toman lo que se consigue.
En los papeles, figura que el Hospital Interzonal cuenta con 290 camas, cuando en realidad solamente hay 220. Se dice que las 70 faltantes estarían en el cuarto piso, que permanece cerrado por refacciones desde hace años. Según se dice, será prontamente inaugurado, pero como sala vip, con cuartos de dos camas y televisores de plasma, en franco contraste con el resto de la institución. De todas maneras, se anuncia que ese sector preferencial tendrá un máximo de 30 camas, es decir, siguen faltando otras 40.
El Servicio de Emergencias y Trauma, lo que comúnmente llamamos Guardia, tiene un total de 14 camas, que se cuentan dentro del total de 220. En estos sitios por definición no debe permanecer un paciente internado, sino que solamente se debe quedar entre 6 y 12 horas para ser observado, y decidir si será dado de alta o internado en el sector que corresponda.
Lo cierto es que en la práctica, unos treinta pacientes diarios son internados en la Guardia, no sólo en las camas de observación sino en todas las camillas disponibles, simplemente porque no hay otra opción. Pero en general, los pacientes y sus familias perciben esta situación como una falta de atención, porque no conocen las razones que generan esta medida. Es habitual escuchar: “lo dejaron tirado en la guardia, sin atención”. Las familias se quejan ante la Dirección porque los pacientes permanecen allí. Como resultado, se los remite otra vez a la Guardia con la indicación de que “ellos lo arreglen”. Por eso, a medida que se desocupan las camas, se van ocupando en virtud del grado de escándalo que esas familias han ocasionado, y no exactamente por la verdadera gravedad de los pacientes en cuestión.
Lo cierto es que las demoras en la recuperación de los pacientes, que no son dados de alta en los tiempos esperables, se deben a la falta de insumos, lo cual constituye prácticamente un callejón sin salida. Por ejemplo, si una persona con una fractura requiere una prótesis, se inicia un expediente ante el Ministerio de Salud que insumirá dos o tres meses de trámite. Durante ese lapso, el paciente permanecerá internado, inmovilizado, a la espera de una pieza ortopédica que no podrá obtenerse de otra manera. Si existiera un banco de prótesis previsto, el paciente sería operado en 48 horas, y dado de alta en una semana. En la situación actual, permanece en el hospital cuatro meses.
El purgatorio
El hospital no puede brindar en este momento ningún grado de confort al enfermo. Supongamos que alguien ha tenido un accidente en la calle: estará internado en una camilla en la guardia, no tendrá sábanas, ni mantas, ni almohada. Si tiene familia que se las procure, bien; si no, pasará frío. Si su estado de salud requiere un respirador, se utilizará en la guardia misma, por falta de espacio de la Unidad de Cuidados Intensivos. En tal caso, la medicación deberá suministrarse a través de una bomba, pero esas bombas y los respiradores no alcanzan para todos los pacientes graves. ¿Cómo priorizan a quién conectar primero?
El laringoscopio, por ejemplo, se utiliza para intubar al paciente de gravedad, cuando es necesario ayudar a respirar. Y se hace en la misma guardia. Pero sucede que los laringoscopios con que allí cuentan son muy viejos: “la luz es escasa y no tienen todas las ramas”, dicen los médicos. Entonces, cuando la necesidad urgente se presenta, una persona debe salir corriendo al quirófano, donde está el único laringoscopio articulado, y traerlo para salvar la vida del paciente de la guardia.
El laparoscopio se rompió, por lo tanto ya no se realizan operaciones modernas: “volvimos a operar como en el siglo pasado”, dicen, porque el aparato nunca fue reparado. De los dos tomógrafos, uno se incendió en abril y nunca se repuso. El videocolonoscopio también está roto.
En cuanto a la medicación, los médicos indican que diariamente se realiza una lista de los requerimientos, pero ese listado pasa por la Dirección, que autoriza o no la entrega de tales drogas. Por ejemplo, no permite la disponibilidad de ansiolíticos en la guardia, como clonazepam o alprazolam (Rivotril, Tranquinal), porque se supone que no les hace falta. Obviamente, ellos necesitan sedar a ciertos pacientes, no solamente a aquellos que llegan con un infarto, sino además con crisis emocionales. O aun peor, para contener a ciertos familiares que se descompensan, ante la muerte de sus seres queridos o la notificación de un accidente.
Pero no solamente les faltan cosas, sino también personal que atienda a los enfermos. En la guardia no dan abasto, porque la cantidad de pacientes que llegan se ha multiplicado en los últimos años, sobre todo por la inseguridad que se registra en la vía pública. Hay muchas vacantes y hay médicos con vocación interesados en cubrirlas, pero no se crean administrativamente los cargos para poder pagarles. Se trata de médicos que realizan guardias de 24 horas, y algunos de 36. Deben comer allí, bañarse y descansar cuando es posible. Por esa razón, ellos son testigos de la comida que hay en el hospital, decisión directa del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires. Alguien allí decidió que los enfermos no requieren tantas calorías porque no se mueven, entonces se determinó una dieta única que es la misma comida para todo el mundo: médicos, niños de la guardería, enfermos diabéticos, con insuficiencia renal. Ese plato es una pequeña porción de pasta que no tiene proteínas, salvo algunas veces carne picada. El desayuno del enfermo es un vaso de té lavado y un pancito sin sal: es lo primero que recibe por la mañana, cuando no ha comido desde las 20 del día anterior.
Los familiares descargan la ira de ver morir a sus allegados por falta de todo, y lo hacen culpando a médicos y enfermeros. No saben que esos empleados que tienen delante no son los responsables. La violencia que se vive en el hospital es un reflejo más de la violencia social que registra el resto de la sociedad. Todo el mundo se aguanta, pero el área de Psiquiatría es una bomba de tiempo: no hay quien contenga a un enfermo violento que tome la puerta por su cuenta, o decida, por ejemplo, matar a su psiquiatra.
Señores…
Pero ahora sucedió que vino el ministro. Llegó a Mar del Plata porque había una jornada de estudio sobre el Síndrome de Asperger y TGD. En la ocasión, reconoció que el Hospital Interzonal era una deuda pendiente. Hasta ahí llegamos. Es decir que la frase de Alejandro Collia afirmando que “el hospital es una deuda pendiente en el esquema de salud de Mar del Plata”, es todo lo que tenemos.
La cuestión que no queda clara es cuál será el plan de acción del Ministerio de Salud para que atenderse allí deje de ser una vergüenza o una condena a muerte en el pasillo.
Y encima dijo que “se ha avanzado muchísimo”, cuando los reclamos en el HIGA se mantienen intactos: escasez de insumos, falta de limpieza y obras edilicias necesarias para el funcionamiento del nosocomio que no se concretan. Collia, en medio de tanta genialidad, dijo a la prensa que la prioridad pasa hoy por mejorar el modelo de atención en el área de emergencias: una frase que hubiera servido para cualquier hospital del mundo. Pero en fin, asumamos que sabía de lo que le estaban hablando. “En la agenda que hemos trazado queremos mejorar el área más sensible para la comunidad y que atiende al 65% de las consultas de guardia que es el área de emergencia del hospital”, dijo al respecto. Como plan de salud, toda una ocurrencia.
Según prometió, dentro de los 60 días que están próximos a cumplirse, iba a incorporar recurso humano, y se le daría “cierta autonomía al área de emergencia”. El objetivo, aclaró, sería “volver a hacer funcionar esos quirófanos y el área de la terapia intermedia”. Mucho movimiento de arreglos no se ve, a no ser que sea una sorpresa.
“El hospital es una deuda pendiente en el esquema de salud de Mar del Plata. Pero también lo que no es menos cierto es que se vino trabajando mucho, lo pueden ver en el Materno Infantil, en los Centros de Salud, en el Cema, en la incorporación de tecnología”, dijo al ser consultado sobre la falta de insumos. Finalmente, advirtió que está pendiente una obra de unos 60 millones de pesos destinada a crear consultorios externos, “para poder lograr que el hospital funcione con un modelo cerrado de internación”. Sería buenísimo.
Por su lado, el concejal Carlos Fernando Arroyo no confía demasiado en que la provincia subsane las falencias de un hospital tan multifacético. Dijo que, según su opinión, se debe construir un hospital municipal para atender las demandas que no sean de alta complejidad. Lo propone porque el HIGA no puede satisfacer las demandas, y nadie puede negarlo. Lo que no queda claro es cómo la municipalidad afrontaría ese desafío administrativo y operativo, cuando no puede con las salitas barriales, sus vacunas e insumos básicos. La municipalidad no puede regularizar los cargos médicos porque no hay profesional que se presente a sus concursos. Son inoperantes y no mejoran nada. ¿Van por más?
El Hospital Interzonal fue pensado por el célebre Ramón Carrillo, y previsto como un centro médico de alta complejidad para atender una zona geográfica extensa, que excedía los límites del partido. La realidad y la necesidad de servicios motivaron que se desnaturalizara la función inicialmente planeada, y que el hospital debiera ocuparse de todo tipo de enfermedades. Hasta que llegó al estado actual, donde casi no puede ocuparse de ninguna.
Es por eso que la frase de la deuda pendiente que lanzó el ministro genera casi una humorada, y no se termina de saber si hay alguien que piensa saldarla. La deuda, digamos. Porque las frases poco felices no hablan ni siquiera de una buena voluntad de pago.