Fue una jornada inesperada. Un ataque perfectamente calculado que insumió una inversión de 500 mil dólares y golpeó la vida de miles de personas. Como nunca antes, se hirió el orgullo de los Estados Unidos, provocando una deriva militar que terminó en el desastre de la salida, este año, de la coalición aliada de Afganistán.
Los Estados Unidos ya estuvieron involucrados en Afganistán en la década del ’80, cuando apoyaron a los grupos que daban batalla a la ocupación soviética hasta obligar al imperio rojo a retirarse vergonzosamente. La victoria se logró en parte por el apoyo del senador estadounidense Charles Wilson, quien logró que se aprobaran fondos para financiar a los grupos insurgentes, entre ellos el Talibán. La historia, magníficamente contada en el film “La guerra de Charlie”, revela que, tras la derrota del ejército soviético, el mismo senador que había conseguido millones de dólares para financiar la guerra, no pudo reunir un millón de dólares para abrir nuevas escuelas.
Los fondos que no puso el gobierno de Estados Unidos, los puso el reino de Arabia Saudita, financiando a las conocidas como “madrazas”, escuelas de enseñanza del Corán que es la única fuente de lectura y aprendizaje. Allí refulge el predicamento de Osama Bin Laden, creador de Al Qaeda.
Hoy, tras la retirada de EEUU de Afganistán surgen las críticas al comportamiento de occidente en los 20 años de presencia en el país. Se destinaron millones al esfuerzo de guerra, pero no hubo inversión alguna en rutas, ferrocarriles, o educación. En una entrevista, el pensador y ensayista francolibanés, Amín Malouf, autor de “Las cruzadas según los árabes”, sostuvo que el accionar de occidente en Afganistán ha sido vergonzoso: “En realidad, no me sorprendí, por —al menos— una razón: las negociaciones del retiro estadounidense de Afganistán fueron hechas solo con el Talibán. El gobierno afgano no fue parte de ese proceso”.
Continúa: “Era obvio que la gente de Afganistán no iba a pelear por un gobierno que había sido excluido y humillado. Por ese motivo no estoy seguro de que la sorpresa expresada por Estados Unidos sea genuina. Creo que es un tema de relaciones públicas. Era obvio que los estadounidenses negociaron darle el poder en Afganistán al Talibán; nadie imaginaba al Talibán como un partido mayoritario en una coalición, mucho menos minoritario. Creo que el presidente Trump pateó la situación para después de la elección, si ganaba los comicios ya tenía lo que quería, si perdía la cita electoral era problema de otro”.
El “problema de otro” son los millones que quedan sometidos a un ideario cruel que tiene por principal objeto de atención a las mujeres. Las marchas no autorizadas en Kabul han sido protagonizadas, principalmente, por mujeres que claman por sus derechos. Los extraordinarios dibujos de la pintora afgana Shamsia Hassani que circulan en la red ilustran el drama. ¿Será el mundo consciente de lo que ha provocado este inmenso error político y estratégico? Difícil predecirlo. Una tercera guerra por el poder ha comenzado, y sus habitantes han sido dejados como corderos al sacrificio.