De aquellos porros, a estas psicoadicciones

La sociedad siempre ha tenido una mirada laxa al respecto del consumo de marihuana. Es algo «cool», como suele expresarlo el militante por la liberación del cannabis, Bill Maher, quien hace gala de ser consumidor del «pot», uno de los términos coloquiales más utilizados al hablar de esta droga.

Todo pareciera muy simpático. Existe, también, mucha literatura que apunta a denostar la prohibición de la venta y consumo de marihuana. En Estados Unidos, la situación de prohibición no llegó a tener carácter federal, pero en 29 de 50 estados está ya permitida la marihuana para uso medicinal. El mercado de esta droga en el país del norte habría alcanzado, en el año 2017, los US$ 10 mil millones. Hoy, la estimación es que el gasto mundial en cannabis legal creció un 4,8% en el 2022 hasta alcanzar los US$ 32.000 millones y se pronostica una tasa de crecimiento anual compuesta de 13,2% de 2022 a 2027.

En Uruguay la marihuana es lícita. En Argentina, crece el cultivo para la aplicación medicinal y el auto cultivo. Según cita el muy progresista diario El País de España, «La legalización de la marihuana eleva la violencia entre narcotraficantes en Uruguay. La venta controlada de cannabis ha provocado un aumento de la violencia, sobre todo ligada al narcotráfico». Pero, lo más complejo, está llegando de la mano de la manipulación genética de las variedades de marihuana.

En un artículo del Washington Post firmado por Caitiln Gibson y publicado por Infobae se indica «Un porro típico fumado hace décadas contenía menos de un 4% de THC, el compuesto psicoactivo de la marihuana que provoca la sensación de colocón. En la actualidad, la flor de cannabis seca contiene una media de entre el 15% y el 20% de THC, mientras que los productos de alta potencia más populares entre los adolescentes, como los aceites concentrados de THC, los comestibles, las ceras y los cristales, suelen contener entre un 40% y más de un 95% de THC, un aumento astronómico de la potencia que puede tener un impacto significativo en el cerebro adolescente en desarrollo».

El impacto en el cerebro como consecuencia del consumo de marihuana ya no es anecdótico. Siempre a tenor de distintos estudios consignados en el extenso artículo del Post: «el abuso de cannabis en adolescentes en los Estados Unidos ha aumentado alrededor de un 245% desde 2000; un estudio de 2022 de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia encontró que el vapeo en particular ha aumentado en popularidad; ese mismo estudio también encontró que en 2020, el 35% de los estudiantes de último año de secundaria y el 44% de los estudiantes universitarios informaron haber consumido marihuana en el último año. Aunque cada vez más familias se enfrentan a la nueva y compleja realidad del consumo de cannabis entre los adolescentes, persiste una percepción cultural anticuada de la droga: La marihuana es medicinal, es natural, no es peligrosa».

Las víctimas a consecuencia de esta mirada frívola sobre la marihuana ya se cuentan de a cientos. Ya hace rato que es un problema que dejó de ser «cool».