El curro de los PCR

En la década del ’70, Montoneros desplegaba banderas con la imagen de Evita y la consigna “en donde hay una necesidad hay un derecho”. Frase que justificaba —o busca justificar— el ejercicio de la violencia como instrumento de la toma del poder.

En estas últimas décadas, en este medio y en la 99.9, se escucha señalar que, hoy, el dicho mutó a “en donde hay una necesidad alguien arma un curro”. Está claro en los dimes y diretes en torno a la compra de vacunas. La barbaridad de no haber hecho controles en Ezeiza —provincia de Buenos Aires— al inicio de la pandemia, se buscó enmendar exigiéndole a los que llegan al país un PCR que permita saber si la persona arriba libre o no del virus.

No pudieron con su mantra y, ante la necesidad, armaron un curro, hasta que el periodista Diego Cabot —el mismo de los cuadernos de la corrupción— puso en foco lo que había detrás de la necesaria medida de control sanitario. ¿Qué halló Cabot? Un curro.

De su crónica se conoció que, detrás de esa decisión, funciona una sociedad recién creada, sin antecedentes en análisis clínicos, cuyas dueñas son dos monotributistas que no se conoce si pisaron una facultad de bioquímica, al menos, como alumnas. Dos ilustres monotributistas inhallables en las redes sociales.

Cabot estableció que Paola Perillo Orellana está inscripta en la categoría más baja, con una facturación de $18.000 por mes; la otra, Laura Cáceres, puede facturar hasta $34.700 cada 30 días. Ambas figuran como dueñas de Labpaxla firma que maneja todos los hisopados requeridos para entrar al país, y que genera al menos cinco millones de pesos por díaPero eso no es todo: hay una carpa y una guardia de Labpax fuera de la estación para quienes se van y desean llevarse sus “negativos” listos para acreditar en el exterior. Para salir, el precio es otro: $4000 el hisopado y $6000 el PCR. Las previsiones de quienes conocen la demanda de ese tipo de test consideran que la recaudación seguramente estáentre seis y siete millones de pesos diarios.

De la publicación a las decisiones que dinamitaron el negocio/negociado pasaron horas. Técnicamente, es un acuerdo entre Aeropuertos Argentina 2000 y el laboratorio Labpax. Resiste poco el criterio cuando todo viene de una determinación oficial que permitió, si control alguno, la progresión de este acuerdo que ahora se cayó raudamente.

Hoy, el control lo lleva adelante la fundación Stamboulian. Nada se sabe sobre valores aplicados. Un dato fuerte es que, quienes pretendan negarse a realizar el PCR, son detenidos por PSA. Dado que todo sirve, la provincia de Buenos Aires reparte cuadernillos con la imagen de Axel Kicillof en los vacunatorios que maneja La Campora con la leyenda: “En las condiciones heredadas de enorme fragilidad, conseguimos ampliar en tiempo récord nuestro sistema de salud y evitar su colapso”. Sólo relato, y curros en donde hay necesidad.