Hay que llegar a las elecciones de 2023, aunque sea en muletas

En 1976, Ricardo Balbín se dirigió al pueblo argentino a través de la cadena nacional en un contexto de máxima zozobra con las organizaciones armadas, pidiendo que se llegara a las elecciones, aunque fuera en muletas.

En 1976, las organizaciones armadas impulsaban el terror con la intención de provocar un golpe de Estado que les permitiera alzar a la sociedad en armas, frente a lo que veían como una caída hacia el socialismo. Frente a esta locura, el líder radical lanzó la recordada frase: hay que llegar a las elecciones, aunque sea en muletas.

Hoy la situación es distinta, pero tiene un extraño punto de contacto: es un dato real que, al asumir Sergio Tomás Massa como ministro de Economía de la Nación Argentina, acumulando honores y cargos, el poder del presidente es una minuta mínima, que ya nadie parece tener en cuenta.

Las diferentes tribus del PJ se desgranan a su aire y buscan su conveniencia, en una ausencia de poder que lleva a lo que suele definirse, en politología, como una situación de vacío. Un axioma de la política reza que “el poder aborrece el vacío”. En ese esquema, medios e individuos en las redes piden elecciones anticipadas.

Con el paso de cada jornada, el deterioro de la moneda nacional es brutal, empobreciendo la capacidad de adquisición de cada individuo y familia, creando la situación para que este tipo de mensaje halle su lugar. Es un escenario conocido, el mismo que permitió y logró que el golpe de 1976 tuviera el apoyo de la sociedad que no salió a festejar, pero sumida en mayoría silenciosa, asintió y consintió la ruptura institucional.

Massa es la cara más visible de la última tribu del PJ que llega a una posición de poder con la ambición de moldear un momento, ya que no, un tiempo de reparación mínima, como el que logró Axel Kicillof para Cristina Elisabeth Fernández, entregando el Gobierno en aparentes condiciones de normalidad.

Hoy, la bola de Lelics ya abre interrogantes políticos fuertes. No son pocos los analistas que señalan que hará falta un plan como lo fue en su momento el BONEX para domar ese potro brioso en el que se apalancan todos los bancos argentinos.

En este esquema, la postura institucional de la oposición es un elemento de peso para transitar el camino que queda hacia 2023. Visto desde la perspectiva de hoy como un escenario de insoportable tensión.

El tiempo que dispone Massa para dar algún grado de respuesta que ingrese dólares al BCRA que le dé espacio de maniobra y alinee prolijamente variables macro, tiene de contra el balance de recortar subsidios a la energía y transporte, que el bolsillo de la dama y del caballero no pueden soportar, generando una trampa perfecta.

Se habla de técnicos, de ambiciones, y de la inexorable presencia de Roberto Lavagna, a quien se le atribuyen méritos profesionales totémicos. Sin poder político, y sin un programa claro, todo es cháchara, desgastada por los hechos. Un discurso vacío que ya ni conmueve, ni emociona.