Lecciones del pasado que impactan en el presente

Existe un paralelismo muy claro entre lo que ocurre hoy en Ucrania con la invasión rusa y la “operación de castigo” lanzada por China sobre Vietnam en 1979.
Trascurre la guerra en Ucrania y los analistas y expertos en estrategia ya barruntan reescribir todo lo dicho al respecto de tácticas y estrategias de combate hasta el día de hoy. Quizá, si prestaran atención a la historia reciente, no habría tanta sorpresa. Hablamos de la guerra sino-vietnamita de 1979.
La última imagen del sudeste asiático que memoran los occidentales, data del 29 de abril de 1975. La icónica foto del reportero de UPI, Hubert Van Es, muestra un grupo de personas a punto de abordar un helicóptero en lo alto de un edificio.
Todo lo que ocurrió a continuación, fue ignorado por los medios occidentales, a excepción de algunos diarios puntuales. La televisión, el gran actor comunicacional de aquellos años, salió de escena, y los hechos se invisiblilizaron para las grandes audiencias.
Por debajo del escenario de triunfo de Vietnam del Norte y la glorificación de Ho Chi Min y el general Nguyen Vo Giap, el horror bullía muy cerca. En Camboya, un grupo minúsculo, cuyos líderes habían sido educados en París y eran fanáticos de la teoría de «el buen salvaje» de Jean Jacques Rousseau, tomaron el poder y llevaron a millones de seres humanos a campos de reeducación, conocidos luego como campos de la muerte.
Justamente ese fue el título, “The killing fields”, con el que el horror del genocidio camboyano llegó al cine: contaba la historia de los periodistas Dith Pran y el norteamericano Sidney Shanberg. El régimen brutal fue puesto en vereda por el ejército de Giap en 1979. La invasión vietnamita a Camboya y la deposición del régimen liderado por Pol Pot llevó luego a una invasión china que replica mucho lo que ocurre en Ucrania hoy.
Por fuera del régimen soviético, supuestamente, la China de Mao y el Vietnam post-guerra eran un bloque único. No era tan así: las diferencias entre estos regímenes eran muy fuertes, y más aún en el contexto de lo que Mao denominó la «revolución cultural». Un dato poco conocido para las grandes audiencias de occidente, es que el régimen de los Jemeres Rojos persiguió y masacró a las minorías étnicas vietnamitas y chinas, en particular a un grupo conocido como “homong” que, entrenados por la CIA, combatieron al Viet Minh.
Este cóctel de persecuciones y matanzas llevó al régimen chino a decidirse a intervenir para liquidar al régimen de Saigón y, según las palabras de Deng Xiagoping a Jimmy Carter, «darle una lección a este niño travieso, es hora de que paguen».
Vietnam había firmado pactos con Moscú, y Beijing entendía que esos acuerdos iban en contra de los intereses de su país y de su régimen, algo así como la postura rusa de no permitir la incorporación de nuevos países al pacto de la OTAN porque ello pondría en riesgo su espacio vital.
En rigor, en febrero de 1979, dos ejércitos chinos atacaron la frontera e invadieron Vietnam, tomando los pueblos de Cao Bang, Lao Caig y Lang. La información satelital estadounidense —ya disponible en esos años— revelaba que unos doscientos mil hombres cruzaban la frontera. Por su parte, Vietnam tenía setenta mil hombres en armas, y sólo pudo recurrir a las fuerzas de defensa de sus fronteras. Con gran experiencia en combate de guerrillas, los vietnamitas le hicieron pagar un alto precio a los chinos, estimado en unas veinte mil bajas. La Unión Soviética armó un puente aéreo y facilitó comunicaciones, cañones, inteligencia militar y posibilitó el traslado, por vía aérea, de las tropas que estaban en Camboya.
Luego de veinte días, China decretó el final de lo que llamó una «operación de castigo», y se retiró de sus fronteras. Hechos del pasado, lecciones del presente.