No es triste la verdad, lo que no tiene es remedio

El sistema jubilatorio argentino está en crisis. Nunca dejo de estarlo. Lo está porque los parámetros del flujo de recursos nunca ajustan a la realidad, y los mecanismos de acumulación se desvanecen ante la macroeconomía inestable y el uso político financiero de los recursos que genera.

La miseria de una dirigencia política que denunció el saqueo a la clase pasiva, prometió no pagar compromisos del estado (LELIQ), y habilitó una marcha violenta en la que se arrojaron 14 toneladas de piedras sobre las fuerzas de seguridad y se atacó a las mismas con un mortero al clamor de la defensa del pueblo, hoy avanza en el literal aplastamiento de la pirámide jubilatoria, atrapando en el juego el valor de las pensiones.

El Estado, con su inhabilidad de controlar y ordenar el gasto, cae sobre aquellos que toda sociedad debe proteger. Los menos válidos. En un mundo en donde las jubilaciones y pensiones están en debate permanente, la impudicia gubernamental en Argentina es feroz.

Santiago Cafiero, jefe de gabinete, quien cosificó a su abuela (Ana Goitia) en Twitter al momento de votarse la ley impulsada en el gobierno de Mauricio Macri,  descubre ahora que no es posible que algunos perciban $300 mil por mes de jubilación, y otros la mínima.

Cafiero calla. La abuela no está en la selfie de hoy. Mirta Tundis está ausente sin aviso luego de haber proclamado hasta la exageración que el gobierno de Cambiemos condenaba a los viejitos al hambre. Su silencio avala este recorte que supera los 55 mil millones de pesos por año, colocándose en línea con la necesidad de privilegiar el pago de los compromisos del Estado a acreedores locales y externos antes que atender los legítimos derechos de los ciudadanos.

Se recorta por el lado más débil. También, es un castigo político al sector que mayoritariamente votó a Juntos por el Cambio. Suena a venganza dura y fría.  El gobierno de Alberto Fernández dispara el gasto público ocioso e improductivo llevando los ministerios a veinte. Volvieron a ser ministerio las siguientes áreas: Ambiente y Desarrollo Sustentable, Ciencia y Tecnología, Cultura, Deportes y Turismo, Salud, y Trabajo. Mientras que, por otro lado, se crearon 3 nuevos ministerios: Desarrollo Territorial y Hábitat; Mujer, Género y Diversidad; y Obras Públicas.

Se destinan millones a un gasto que no da ni mejor calidad de vida, ni agrega estructura al servicio de la sociedad. Sólo agranda el bolsillo a este grupo oligárquico que se apodera de la renta publica en un país en el que la presión impositiva es insostenible. La acumulación de estructuras oficiales parasitarias es el tono central de esta construcción anti democrática de corte socialista que transforma al Estado en el todo y hace exacción brutal de la renta privada, apropiándose ya no de la plusvalía, sino del capital mismo.

La impudicia del cuarto gobierno kirchnerista lleva a extremos las diferencias en el seno de la sociedad, y está en condiciones de provocar un tsunami democrático que habilite el cambio que quedó trunco en la última elección. Una sociedad que fue desencantada por una matriz de poder que proyectó cínicamente el demérito de lo cotidiano con la ferocidad de la comunicación, azuzando desde el zócalo rojo y las listas de precios en los puntos de venta, un esquema que hoy está fuera de exposición por acuerdos políticos y económicos obvios.