La expresión evoca la imagen de los soldados rusos en derrota que, hastiados de todo y avergonzados de su suerte, deciden jugarlo todo —es decir, la vida— en el absurdo del rodar del tambor de un revólver. La historia fue creada por el escritor por el norteamericano George Surdez y publicada por la revista Collier’s Magazine. En ella se mencionaban distintos juegos peligrosos que los soldados de la Legión Extranjera Francesa practicaban para evitar el tedioso aburrimiento.
Este juego en cuestión, había llegado hasta los soldados, supuestamente, a través de una carta de un mercenario alemán que relataba una conversación que mantuvo con un sargento ruso en 1917. Nunca existió la carta, y nunca los soldados rusos jugaron este absurdo juego. A tal punto, que nadie juega a matarse en Rusia de esta manera. Allí, al rodar del tambor se le conoce como la “ruleta americana”.
En Argentina, con la llegada de la democracia luego de la espantosa noche del denominado Proceso de Reorganización Nacional, de la pluma de Eugenio Zaffaroni se creó un esquema de ruleta argentina, que se lleva vidas por doquier.
En 1977, abogados de distintos partidos políticos —entre otros, Raúl Ricardo Alfonsín y Florentina Gómez Miranda— requirieron al poder judicial que actuara ante la situación de 1542 ciudadanos desparecidos en un amparo que incluía, entre otros, a Oscar Smith. Su esposa era firmante como denunciante de la desaparición de este dirigente gremial del cual nada más se supo. Quien negó y desestimó este habeas corpus, fue Eugenio Zaffaroni.
Reconvertido en democracia, Eugenio Zaffaroni se transformó en el adalid de la refirma judicial que, alegando la sacrosanta virtud de las garantías, devino en un abolicionismo que —como solía citar el ex fiscal federal Gustavo Demarchi— tornó en un verdadero “garanticidio”. La lista de asesinados por reincidentes es inmensa. Abarca todo el país, y todas las jurisdicciones.
Hay una relación ideológica entre ver al criminal como una víctima de la sociedad, y a la víctima como culpable de su propia suerte. Suele decirse de los muertos en hechos criminales: «Y, se resistió”, «No debió intentar huir». Se le pide al vecino de a pie que sea cordero del sacrificio. El sistema protege a los lobos.
Hoy hay una reiterada conmoción por la muerte de María Rosa Daglio a manos del predador de mujeres indefensas Alejandro Ochoa. Estaba condenado hasta 2024. Alegando el riesgo de Coronavirus, lo dejaron en detención domiciliaria en el gran Buenos Aires, sin controles, y sin tobillera. El tambor de la ruleta argentina volvió a rodar, y le tocó a Daglio. Podría haber sido cualquiera.
La red de jueces penales en un comunicado —que no cita a los jueces Marcelo Riquert ni Estaban Viñas— señala que lo ocurrido es consecuencia de la vigencia de los institutos procesales. Y que, obvio, todo ocurre porque la cadena de decisiones es tan larga y abultada, que al final toda responsabilidad individual real termina siendo imposible de identificar debidamente.
Ruleta argentina. El tambor sigue girando.