No es un evento telúrico, es el temblor que la sociedad provoca haciendo crujir un sistema global que genera insatisfacción en todas las latitudes. El triunfo tremendo de Boris Johnson en Gran Bretaña es un reflejo del hastío de las grandes mayorías no citadinas, y tiene puntos de contacto con el movimiento de los chalecos amarillos en Francia y con la base de votantes de Donald Trump.
Las personas, cualquiera sea su idea política, van por un reconocimiento de las identidades nacionales y la recuperación de un estado de bienestar que está bajo presión en países tan diversos como Irán, Argelia, Italia, o Chile. Los eventos en Bolivia, Colombia, o Hong Kong también tienen puntos en común, pero van más a un debate por otras causas sociales y políticas.
Desde que China ingresó en la economía global como un jugador central todo comenzó a cambiar. Las naciones más prosperas ven amenazada su situación política y social. El obrero promedio gana en China apenas 75 centavos de dólar por hora. Los trabajadores inmigrantes, que representan una quinta parte de los 750 millones de personas en el mercado laboral chino, ganan, como promedio, menos de 130 dólares al mes.
Otro factor que hace al costo híper bajo de los productos manufacturados en China es el sistema jubilatorio. Unos 800 millones de los 1.300 millones de ciudadanos chinos ya están incluidos en el sistema de pensiones, mientras que hace 15 años solamente eran 200 millones. Sin embargo, la cobertura es muy básica, y cambia dependiendo del lugar donde vive cada persona (ciudades o zonas rurales). También influye su empleo, ya que los trabajadores públicos suelen cobrar pensiones más altas que los que trabajan en empresas privadas.
El tema de los sistemas jubilatorios es una piedra en el zapato de todas las naciones occidentales. Hay motivos económicos, pero el auge del individualismo y la fragmentación de la familia son cambios culturales profundos que hacen que los sistemas de salud y el sistema de soporte social estén en extrema tensión.
Un estudio publicado en España por depisos.com, señala que, con una pensión de jubilación media de 1.142,67 euros al mes y una cuota hipotecaria de 593,91 euros, los jubilados comprometen cada mes el 52% de sus ingresos en gastos de vivienda, un porcentaje que se eleva hasta el 86% en el caso del alquiler, cuya media mensual es de 982 euros. Esta situación es aún peor que en 2018 debido a la asfixiante subida del precio de los arrendamientos. Por aquel entonces, pese a que la jubilación media quedó fijada a final de año en 1.107,49 euros, los porcentajes fueron del 51% para la hipoteca y del 80% para el alquiler.
Aquí hay otro tema que viene de la globalización. La aparición de servicios de contratación de alquileres temporales directos a través de sistemas como el propuesto por AirBnB desquició el esquema de valores de alquiler en el mundo y aceleró la gentrificación en las grandes urbes. La fórmula para enfrentarlo es antigua y fracasada: congelar los alquileres, medida que se debate en Berlín y Madrid, sin resultados concretos, ante la desesperación de quienes nada poseen y ya no pueden pagar un techo bajo el cual cobijarse. Hay un temblor y está en aceleración.