Solucionar el hambre: dar herramientas, no caridad

En un trabajo publicado en 2019, se encuestó a 1800 inmigrantes que debieron volver a sus países de origen en el que aseguraron que, por peligroso que sea el camino, volverían a intentar emigrar. Las brutales condiciones de vida en las naciones africanas —motivadas por guerras tribales y hambrunas interminables— no se van a resolver ni con medidas policiales, y menos aún con la disputa entre las naciones europeas por ver quién de ellas tiene la responsabilidad.

Europa no se hace cargo de su pasado colonial, y menos aún asume sus responsabilidades actuales. La descolonización africana fue una de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y de los acuerdos de Yalta y Potsdam, marcados por la impronta de los grandes vencedores: Estados Unidos, y la URSS.

Recientemente, Giorgia Meloni denunció el rol de Francia en la historia de catorce países africanos: antes de que comenzara a circular el primer Euro en 2002, ya existía una unión monetaria con más de cincuenta años de historia, la del franco CFA. Esta divisa, empleada por catorce países africanos —la mayoría de ellos, de herencia francesa— es apenas conocida fuera de los territorios en los que circula, pero fue puesta en la palestra por las autoridades italianas que acusaron a Francia de utilizarla para enriquecerse «empobreciendo a África».

Naciones destruidas por brutales guerras civiles —Congo, Liberia, Sierra Leona, Nigeria, Sudán y la partición de dicha entidad política en dos— sufren la muerte de miles de sus habitantes y han caído en una economía de subsistencia brutal, exponiendo así mismo el enorme fracaso de la Organización de las Naciones Unidas.

Quizás, una de las razones, sea la idea aplicada sistemáticamente de que, lo que hay que hacer ante la hambruna, es mantener a las poblaciones africanas en ese estado de sumisión alimentaria, generando así conductas mendicantes y expulsivas. Contrario a esto, dos héroes cívicos argentinos en Sierra Leona marcan un camino distinto, cuyas lecciones no sólo valen para dicho país.

A Emiliano Mroue, quien venía trabajando junto al campesinado de Sierra Leona buscando que recuperen la cultura del trabajo devastada por la guerra civil, se le unió el ingeniero agrónomo Jorge López Méndez. En una crónica mu datada publicada por Clarín Rural, se lee: «No les cuentan cómo conviene hacer las cosas sino que se la muestran. Para eso empiezan alquilando tierras alrededor de las comunidades y produciendo ellos mismos, ponen las tecnologías en acción. Como los extranjeros no pueden comprar tierras, WARC firma contratos de arrendamiento por un plazo de 75 años a un valor de doce dólares por hectárea. Es prácticamente como comprarlo, pero el título sigue siendo de las comunidades locales. Con el tiempovan achicando esa superficie propia y crece el servicio de asesoramiento y la venta de insumos. “Queremos que la produzcan toda ellos”, dice, pero advierte que todavía queda muchísima tierra por poner en producción».

Un video reciente muestra a un grupo de aldeanos de Sierra Leona celebrando muy entusiasmados una cosecha de 2000 kg de arroz por hectárea, cuando en las mejores épocas lograban sólo 200 kg. Esto se logró aplicando tecnología y experiencia argentina, muy adaptable a las condiciones de suelo y clima. Dice la crónica:

«El primero se logró a partir del cambio en la densidad y fecha de siembra. Los productores sembraban 20 kilos por hectárea de semillas de arroz, cuando en Argentina se usaban 120. Además, para lograr que las plantas estén altas en el momento de inundación de los lotes, a partir de mayo, adelantaron 30 días la fecha de siembra. En esa etapa también pasaron de hacer un control de malezas manual, con el sacrificio físico que eso implicaba para las mujeres campesinas, a utilizar herbicidas químicos. A su vez se dejó a un lado la quema de campos para ese fin.

El segundo salto se logró con la nivelación y preparación del terreno, que les permitió aumentar la superficie sembrada. Además, para poder aprovechar la densidad y fecha de siembra en las ventanas óptimas, incorporaron tractores más grandes, rastras y sembradoras de siembra directa. De la mano de WARC llegaron a África muchos fabricantes de maquinaria y contratistas argentinos».

Hay una Historia echa de mil historias. Pero hay una historia que habla de Argentina, y de los argentinos.