Sorpresas e interrogantes

Vox pópuli, vox dei: el Pueblo ha hablado, y su palabra es Dios. Eso ocurrió en Gran Bretaña esta semana, y ese voto /voz signa el presente y las decisiones futuras de la política británica, hoy en manos de los conservadores de David Cameron de manera absoluta y ya sin la incomodidad de tener que gobernar en alianza con el Partido Liberal británico.

A setenta años del final de la Segunda Guerra Mundial, parece la venganza perfecta a las elecciones que echaron a sir Winston Churchill del número 10 de Downing Street, luego de dirigir la nación en medio del momento más difícil de la historia de la isla. Este triunfo trajo sus sorpresas: veinticuatro horas previas al comicio, se aguardaba un final ajustado, y las negociaciones para un nuevo gobierno de coalición traen consigo la caída de un conjunto de líderes políticos que dejan el paso a una nueva generación.
Tras la contundente derrota sufrida frente a los conservadores de Cameron, Edward Miliband ha dejado su cargo al frente del Partido Laborista. Señaló: “Asumo la total y absoluta responsabilidad por los resultados y por nuestra derrota en estas elecciones. Lo siento mucho por todos los compañeros que han perdido sus escaños. Hoy, todos vosotros estáis decepcionados y desalentados. Pero aunque hayamos perdido las elecciones, el argumento de nuestra campaña no desaparecerá. La cuestión de un país desequilibrado no se perderá. Es el desafío de nuestro tiempo, y la lucha proseguirá. Quien quiera que sea nuestro nuevo líder, sé que los laboristas continuarán defendiendo un país que funcione otra vez para la gente trabajadora”. El fuerte avance del Partido Nacionalista Escocés, de Nicola Sturgeon, los ha dañado especialmente, ya que era uno de sus feudos fuertes: los nacionalistas han conseguido 56 de los 59 escaños que poseen en el Parlamento.
Voces críticas se han alzado por este resultado criticando al sistema electoral del reino. La tercera dimisión detrás de las presentadas por Miliband y el líder de los liberaldemócratas, Nick Clegg, es la del eurófobo UKIP Nigel Farage. La derrota del euro escéptico es particularmente reveladora de los cambios al interior del votante británico. De gran presencia mediática, se esperaba que Farage hiciera una elección condicionante para el nuevo gobierno, pero su pésima performance lo arrojó literalmente del Parlamento.
David Cameron, por su parte, anuncia un referéndum hacia 2017, para que se decida mediante el voto si Gran Bretaña permanece en la Unión Europea, o se sale de la misma. Los motivos son la necesidad de recuperar el control de las políticas propias en materia de inmigración y planes sociales. “Quiero que nos devuelvan nuestra democracia, que si hay algo importante para los británicos la decisión final recaiga en sus representantes electos en el Parlamento británico. No puede ser que los temas importantes sean sometidos a leyes europeas que no podemos cambiar”, declara John Redwood, antiguo ministro del gabinete.“Debemos debatir sobre cómo la gente puede venir a nuestro país reclamando un sistema de bienestar o entrar en las listas de casas de protección oficial, sin pagar impuestos antes. Queremos reformas sensatas para que cuando la gente venga sea para trabajar y no por nuestro estado de bienestar”, destaca Grant Shapps, presidente del Partido Conservador. Una agenda debatida, que hoy parece gozar de fuerte consenso.