Una mano tendida

En medio del horror que embarga a Egipto y al mundo por la masacre que allí acontece, resuena la palabra del Papa Francisco I, quien ha enviado a los musulmanes de todo el mundo una salutación por la fiesta de ‘Id al-Fitr’, que marca el final del Ramadán, en el que les pide tanto a ellos como a los cristianos que sean “verdaderos promotores de respeto mutuo y amistad”, en particular, a través de la educación.

El Pontífice indica que este año ha decidido firmar él mismo este mensaje, que suele enviar el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, como una expresión de “estima y amistad” para todos los musulmanes, especialmente para los líderes religiosos. Precisamente, destaca que observa ciertos “paralelismos” en lo que refiere a la importancia de la familia y de las dimensiones sociales entre los musulmanes y la fe, y la práctica cristiana.
Además, como cada año, el Papa propone un tema de reflexión: promover el respeto mutuo a través de la educación. Concretamente, explica que el respeto supone “una actitud de amabilidad hacia las personas por las cuales se tiene consideración y estima”, y que con la palabra ‘mutuo’ quiere decir que no es un proceso unidireccional sino algo compartido por ambas partes. El Papa Francisco puntualiza que lo primero que hay que respetar en cada persona es “su vida, su integridad física, su dignidad y sus derechos derivados de esta dignidad, su reputación, su propiedad, su identidad cultural y étnica, sus ideas y sus opciones políticas”.
Además, según apunta, cristianos y musulmanes están llamados a “pensar, hablar y escribir respetuosamente” sobre el otro no sólo en su presencia sino siempre y en todo lugar, “evitando críticas injustas o difamación”. En esta tarea, según ha añadido, juegan un papel importante las familias, escuelas, profesores de religión y medios.
Atendiendo a las creencias religiosas, destaca que las personas están llamadas a respetar la religión del otro, sus enseñanzas, sus símbolos, sus valores y remarca que se debe especial respeto a los líderes religiosos y los lugares de culto. “¡Qué dolorosos son los ataques a uno u otro!”, exclama. “Sabemos que el respeto mutuo es fundamental en cualquier relación humana, especialmente entre personas que profesan una creencia religiosa. Por este camino, puede crecer una amistad sincera y duradera”. Palabras que deberían ser escuchadas en medio de la locura que se vive en Egipto y que han puesto una vez más la situación interreligiosa en riesgo en esa castigada tierra.
El Ministerio del Interior egipcio anunció que un total de siete iglesias fueron incendiadas o dañadas por los seguidores de los Hermanos Musulmanes. Los ataques se produjeron en el Norte del Sinaí, en el noreste del país, y en las provincias de Asiut, Minya y Sohag, ubicadas al sur de El Cairo.
Por otra parte, cientos de seguidores de los Hermanos Musulmanes atacaron un edificio gubernamental en El Cairo, en el que incendiaron uno de los accesos, según informaron la cadena de televisión estatal y varios testigos. Los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los seguidores del ex presidente Mohamed Mursi por el desalojo de dos campamentos de protesta en El Cairo han causado más de 600 víctimas, según el balance ofrecido por el Gobierno interino. En esta situación, la palabra del Sumo Pontífice es una guía clara del rol que deben jugar los países occidentales en esta cuestión: el de contener la disputa y dar señales indubitables de que no es Occidente el promotor de la masacre que hoy por hoy se está dando en esta antigua nación.