El régimen de los ayatolas iraníes, que disputa el control de la fe islámica con el no menos repudiable socio de occidente, el reino de Arabia Saudita, es criminal. Ambas versiones del Islam, chiitas y suníes, hace de la estricta observancia de su fe un ejercicio sistemático de control de los individuos y de sus acciones.
El intento de asesinato del escritor de nacionalidad india Salman Rushdie en Nueva York es un nuevo capítulo de la criminalidad obscena que aúpa la izquierda global bajo el paraguas discursivo del anti imperialismo. El crimen cometido por Hadi Matar —libanés chiita— es celebrado por la prensa iraní, fuertemente controlada por el régimen.
Este monstruo fue apañado en Francia en oposición al régimen del Sha de Persia, al cual la revolución islamita derribó, instaurando el régimen teocrático que aún hoy conduce al país en medio de sanciones internacionales y de caos interno. Esta situación tiene responsables ideológicos que van más allá del Islam.
Entre ellos, está el intelectual francés e ideólogo marxista Michel Foucault. Según registros de la época, Foucault, uno de los intelectuales izquierdistas occidentales más influyentes, tenía un gran interés personal en la revolución iraní. Desempeñó un papel muy importante al empujar a Irán a los brazos del islamismo, para así cumplir su sueño ideológico de «derrotar al capitalismo» en todo el mundo.
El interés de Foucault en el islamismo comenzó en 1978 cuando el periódico italiano Corriere della Sera le pidió que escribiera una serie de artículos sobre Irán. Para cumplir con esa tarea, Foucault pasó tiempo entre los miembros de la Confederación de Estudiantes iraníes de izquierda y otros opositores del régimen de Pahlavi en Europa. Luego fue a Teherán y se reunió con muchos revolucionarios prominentes. Cuando regresó a Francia, visitó al ayatolá Jomeini en el pueblo de Neauphle-le-Château, cerca de París, donde estaba exiliado en ese momento.
Foucault apoyó firmemente lo que llamó la «revolución espiritual» en Irán, un evento que creía que estaba destinado a salvar la humanidad de las garras del materialismo y el capitalismo. Aunque ocasionalmente fue señalado en los círculos intelectuales franceses y en la prensa francesa por adoptar esa postura, no dejó de apoyar la revolución islamista.
No fue el único: una oleada de intelectuales franceses e italianos —todos anti norteamericanos— se pronunciaron sobre las bondades del retorno a la espiritualidad que pregonaba Jomeini. La «fatwa» en contra de Rushdie que ejecutó Hadi Matar es el claro ejemplo de la visión criminal del poder de un régimen opresor de los propios y conculcador de los derechos humanos.
Pasadas horas del hecho, ninguna ONG por los derechos humanos parece reaccionar y repudiar el crimen. Sí lo ha hecho la escritora británica J. K. Rowling, quien manifestó su opinión en Twitter y por pago recibió una clara amenaza por parte de un activista islamista: «no te preocupes por él, tú eres la próxima». Los pecados románticos de la izquierda se pagan en vidas.