Ya nada será igual

Historiadores de diversas escuelas coinciden en señalar que el siglo XX comenzó con la Primera Guerra Mundial, a cuyo final se produjo la mal llamada “epidemia de gripe española”. Mal llamada, por que el primer caso se produjo en Camp Funston (Kansas) el 4 de marzo de 1918, pero la censura de la prensa por conflicto bélico silenció la pandemia, de la que al principio sólo se informó en España y de ahí su denominación. El primer caso confirmado de la mutación que convirtió la gripe en letal se produjo el 22 de agosto de 1918 en el puerto de Bres (Francia). El movimiento de personas que supuso el fin de la Primera Guerra Mundial ayudó a su extensión por todo el mundo.

Ahí hay dos puntos de contacto con la epidemia de COVID-19 que hoy cambia paradigmas a nivel global: censura, y movilización de millones en en un lapso muy breve de tiempo. China ocultó la aparición del nuevo virus, cuando menos, sesenta días. El primer caso fue reportado el 8 de diciembre. Mientras la enfermedad se propagaba, funcionarios de Wuhan insistían en que era tratable y que estaba controlada. La policía interrogó a ocho personas que publicaron información sobre el virus en las redes sociales, afirmando que habían difundido “rumores”.

Los puntos de contacto son evidentes, y allí se hace cierto que la conducta humana es siempre la misma cuando del poder se trata. El mundo deberá exigirle a China y a sus autoridades un cambio profundo, que incluye los modos alimenticios y sanitarios en los mercados populares en donde se adquieren, para ingesta, murciélagos, perros, gatos, y serpientes. Amén de la repugnancia cultural que implica, la cuestión sanitaria es desastrosa.

Hay otro aspecto impresionante: la forma en que la pandemia afecta a los humanos impacta en un proceso acelerado de cura del medio ambiente. Imágenes de la NASA tomadas desde finales de enero muestran que la concentración de dióxido de nitrógeno, uno de los contaminantes más frecuentes en zonas urbanas, disminuyó entre 30% y 50% en varias de las grandes ciudades chinas, en comparación al mismo período en 2019. Además, desde diciembre, los chinos consumen menos carbón, petróleo y acero, lo que ha tenido un impacto favorable en la reducción de las emisiones de gas con efecto invernadero.

El impacto también se advierte en Italia: según el servicio europeo Copernicus, en el norte del país “hay una tendencia a la reducción gradual de las concentraciones de dióxido de nitrógeno de aproximadamente 10% por semana”. Esto es particularmente visible en 11 ciudades en Lombardía y Véneto, dos provincias puestas en cuarentena al principio de la crisis. El puerto de Cerdeña ha sido poblado nuevamente por delfines que hacía años no ingresaban al mismo. Quizá la imagen más espectacular sea la de los canales de Venecia limpios y poblados de pececillos.

No todo va a cambiar, pero muchas costumbres, modos y formas van a alterarse para siempre en la era post Coronavirus.