Noche de brujas y estrellas I. Que las brujas no existen pero que las hay las hay, es un dicho previo a la época nuestras abuelas. El de Carlos Chiesa —ex dueño de Chocolate— es un caso en donde aplica el dicho. En su caso, un brujo de la noche millonario que existe, pero oculto de la mirada pública. Buscar su imagen en las redes es tarea ímproba. En tanto, la mirada colectiva de la ciudad siempre estuvo sobre Eduardo Aracil y sus asociados en Sobremonte. La red de relaciones de Chiesa —que incluyen a funcionarios judiciales y políticos— le dio años de oportunidades en el siempre complejo mundo de la nocturnidad.
Noche de brujas y estrellas II. Dos simpáticos personajes de los 80’s le brindaron una red de amistades y de oportunidades de negocios. Su habilidad consistió en tejer una red de protección que le permitió cubrir las bases. Políticos, periodistas, jueces y secretarios de juzgado que se contaban dentro del público habitué de Chocolate fueron clave. Los escándalos siempre resonaban en otras tiendas nocturnas, nunca en la suya. Un ex secretario de gobierno en dos periodos, que lucía como fresco veneciano en lo alto del palacio, solía exhibir su amistad con “Carlos” y relataba cual epopeya sus viajes en el yacht rumbo a las cálidas playas del sur de Brasil, con estadía incluida. De los regalos y beneficios sexuales, hay para hacer dulce de leche. Más de una señora adulta hoy quedaría más que mal ante sus hijas o nietas con esas historias. Ya se sabe que aquí no nos introducimos en la vida privada de nadie: como dice el dicho (aproximadamente) con sus partes intimas, cada uno hace lo que le parece.
Noche de brujas y estrellas III. Con los años, Chiesa logró que le entregaran en concesión el antiguo y abandonado Instituto de Biología Marítima para transformarlo en un centro de gastronomía y entretenimiento. De a poco fue desalojando (en algún caso, con malas artes) a los originales inquilinos, y generando él mismo su negocio, en particular el hoy conocido boliche “Ananá” en donde se produjo el ataque al joven Matías Motín. El allanamiento que lideró la fiscal Andrea Gómez y el relevamiento de las cámaras de seguridad deberían llevar a revelar los hechos como fueron. Que a Motín lo ocultaron y revelaron su situación horas después de producido el hecho en un intento de ocultar lo ocurrido. Si hay cruce de llamadas, las relaciones expuestas aquí quedarán por primera vez a la luz pública. Y ya se sabe que la luz es el mejor antídoto para terminar con las brujas.
De la noche y lo clandestino. Dice el creador de Mar del Plata Segura, Emiliano Mensor: “Lo que define la fiesta clandestina es el cobro de entrada y la venta de bebidas, alcohólicas o no”. Denuncian vecinos de la calle Olavarría al 3300 que hay fiesta desde las 2 de la madrugada hasta las 6, con música por todo lo alto, y una gritería infernal. Promedio de sesenta personas a $1000 por cabeza, más venta de alcohol. Todo sin impuestos: directo al bolsillo. Nada mal.