Cartas de un judío a la Nada
Moscú, 1977 A veces me siento invisible. Puedo atravesar caminando una ciudad enorme de punta a punta sin detenerme; cruzarme en mi camino con decenas de miles de personas, y ni una habrá de mirarme. Simplemente sé que nadie está pensando en mí en este momento. Soy como una sombra vieja y olvidada que persiste a pesar de que ya hace tiempo no existe el objeto que la proyectaba. Soy poco más que un fantasma. Puedo hablar con la gente, conectarme, pero mi recuerdo está siempre condenado al olvido. Minutos más tarde, es lo mismo que si yo no hubiera…