El recién llegado a las mieles del poder, Pablo Santín, está re ofendido con las publicaciones que lo ponen en el centro de la escena local. Como casi todos, tiene actitudes distintas según el lado del mostrador en el que se encuentre en el juego del poder.
El 30 de septiembre de 2022, Santín decía en una entrevista en la FM 99.9: «institucionalmente es gravísimo, ellos deben dar el ejemplo, no pueden ser cómplices de eso teniendo personas que echan mujeres embarazadas por ejemplo, algo que éticamente es inaceptable». Todo vino a cuento de una inspección en un hotel cuya propiedad es de la familia de un alto pope de la AFIP. La controversia pegó de lleno en mi trabajo, ya que el funcionario aludido —a quien le caben los dichos de Santín— se encabronó con este medio.
Digamos, o sea, con el mensajero, y no con el mensaje, que ponía un hecho tan grave a vista de todos. No fue lo único que expresó el secretario general de la UTHGRA local: «notamos que hay un delito muy grave, privación ilegítima de una libertad para una persona. No podemos dejarlo pasar, parte de nuestra obligación es hacer respetar el derecho de los laburantes. El Sr. Manuel R. y su hermana, Marcela, deberán explicar en la justicia porque tuvieron retenidas a dos mucamas durante 45 minutos contra su voluntad, porque las obligaban a estar encerradas bajo la amenaza de que si salían o le daban los datos en el Ministerio de Trabajo, se iban a quedar sin trabajo».
Muy probo y correcto, pero todo cambia cuando los que proceden de modo impropio o indecoroso son compañeras, trabajadoras a las que maltrata un delegado sindical protegido por UTHGRA. Llego a esto de manera casual, y no —como deliran Santín y sus adláteres— por dichos de patronal alguna.
Hay dos presentaciones en la comisaria de la mujer que rezan: «Refiere ser empleada del café “Adorado” ubicado en Av. Independencia 2546, lugar donde posee como delegado a Mohamed Rubén, manifestando que con dicha persona no se puede trabajar ni siquiera hablar, ya que lo único que hace es insultar a sus compañeros de trabajo como así también a la exponente, recibiendo continuamente malos tratos por parte del mismo, con insultos y comentarios tales como “chú…me la p…a”, entre otras palabras despectivas. Está cansada de la situación y de recibir estos malos tratos por parte de su delegado. Necesita terminar con esta situación ya que lo considera como un acoso laboral constante».
No es una, sino dos presentaciones. La otra deponente señala: «Refiere ser encargada del café “Adorado” ubicado en Av. Independencia 2546. Que en dicho café posee un delegado llamado Mohamed Rubén de quien continuamente recibe malos tratos y comentarios despectivos tales como “chu…me la p…a”, “son unas putas de mierda”, “no me rompan las pelotas”, entre otros insultos. Refiere que esto viene sucediendo desde hace unos seis meses aproximadamente y que intentó hablar con él a fin de encontrar una explicación a la situación pero no pudo, ya que este no quiso. Manifiesta estar cansada de la situación y del trato que recibe por parte de su delegado, sintiendo un acoso laboral constante, manifestando también que hasta llegó a faltarle el respeto delante de los clientes».
Dado el carácter del denunciado, convenientemente el Estado ausente que no te cuida, se abre de piernas. Las funcionarias policiales dicen que nada pueden hacer y recomienda que se busquen un abogado. Santín, el enardecido defensor de las compañeras ocultadas —en sus palabras— en el placar, banca a Mohamed, quien deber creer que está en Afganistán y trata a las mujeres como si fuera talibán.