Cambiar, un desafío mayúsculo

Los episodios vividos en el recinto del HCD estuvieron lejos de lo ocurrido en el Congreso de la Nación y en la plaza del mismo nombre, en donde grupos organizados y dirigidos como cohorte en plan bélico buscaban quebrar las vallas o tener un muerto. Lejos pero en una misma dinámica —violencia verbal como prolegómeno de una violencia mayor—, la expresión mayor le cupo a Alejandra Ayek. Ayek integra el elenco de aquellos que se presentan como dirigentes municipales y han practicado por años el abuso sistemático de poder. Sus palabras llenas de ira fueron uno de los tópicos que marcaron una audiencia en la cual el punto más alto fue la amenaza de muerte al secretario de Gobierno Alejandro Vicente. Hay por cierto un sector que entiende que la violencia es el camino para la construcción de su poder. Si no lo tienen, la violencia es el instrumento para conseguirlo.

Ayek trató al secretario de Hacienda Mourelle de mentiroso, y le apuntó en línea con las declaraciones del jefe de la División Conejo Negro Antonio Gilardi, que insiste en victimizarse, como si los marplatenses no estuvieren suficientemente ilustrados al respecto de la naturaleza dañosa de su accionar para la comunidad.

Que estos vividores de la hacienda pública hagan el acting de estar alineados con la gobernadora Vidal para la mejor temporada de la historia y señalen a Mourelle como desmadrado es argumento sólo para consumo de distraídos. Quienes conocen la entraña del poder municipal saben que esta organización liderada por Gilardi sólo ve por su propio bolsillo, sin interés alguno en el bien común.

La ordenanza complementaria, que la administración aún no presentó y es clave en muchos aspectos, no requiere de ser presentada para aprobar el presupuesto general 2018. Insistir es fruto de una pulseada de fondo, ya que la misma devela los lineamientos generales que van derecho a los intereses de la plantilla municipal. Las afectaciones que más duelen son por cierto las que atacan privilegios establecidos, como por caso percibir salario sin trabajar, que para los integrantes del STM era un derecho consagrado por la costumbre, concepto que sólo existe en el derecho inglés.

Un dato poco conocido es que la administración quitó la prebenda de los códigos de descuento. El código de descuento garantiza al empleado público obtener crédito a sola firma con la sola presentación del último recibo de salario. El STM tiene una financiera no inscripta legalmente que presta plata -sin interés señalan-, que se nutre de un aporte de los afiliados de 161 pesos mensuales por cada uno, y forma una masa de dinero sin control alguno. La quita del código de descuento coloca al gremio en una crisis financiera que explica el espanto furioso de Ayek y de la División Conejo Negro.