No fue casualidad que, en el restaurante Lo de Fran —propiedad de Francisco Rosat—, estuvieran ocupando una mesa ubicada en una posición estratégica Artemio López y su pareja, Clara Abelenda. Ninguna casualidad.
Abelenda y López son habitués del bar-café ubicado en Punta Mogotes, más precisamente en la intersección de las calles Acevedo y Puán. La Vereda de Vicente es un reducto NAC&POP al que —cuando menos— dos integrantes del staff de Lo de Fran concurren habitual mente, tras cerrar el restaurant.
No se trató de un cruce al azar: fue una trampa, que buscaba la reacción del fiscal para exponerlo como una persona violenta y misógina. La actuación de la muy kuka Abelenda tenía por propósito exasperar al fiscal que le impuso, con su investigación y articulada carga gravosa, la condena en primera instancia a Cristina Elisabeth Fernández.
Desde el primer momento, la información que se iba volcando a los medios buscaba —aún ante el fracaso de la provocación— instalar el relato de un encuentro casual en el que los presentes le hicieron saber al fiscal federal el malestar que les provocaba su presencia. Tanto han mentido, que se llegó a afirmar que «la reserva la hizo un político marplatense que decidió no concurrir a la cena». Mentira. La reserva estaba a nombre de Luciani, quien era cliente habitual del lugar en sus viajes a Mar del Plata. Esa habitualidad llegó a oídos de la pareja Abelenda-López, quienes pergeñaron la trampa. Al no poder rebatir la condena con elementos de contra y pruebas jurídicas a derecho, el criterio soviético-fascista de los actos de «falsa bandera» son el escenario elegido.
Las excusas de Francisco Rosat, son de forma. Advertido del rechazo que provocaron estos hechos, buscó dar una respuesta con un comunicado a través de sus redes sociales y brindándole una entrevista a Eduardo Feimann en La Nación +. ¿Suficiente para cerrar este tema? Difícil.
Rosat tiene en su negocio una cámara de seguridad. Debería haber facilitado las imágenes, para ayudar a esclarecer sus dichos. Para peor, Abelenda y López, acuciados por el fracaso de la maniobra, buscaron instalar una situación por parte de Luciani que no existió. De hecho, al no hacer públicos los videos, Rosat deja expuesto al fiscal a la maniobra y a las mentiras volcadas en torno a un episodio que es fruto del uso de inteligencia ilegal.
Se desprende de los hechos que todo el esquema lo que buscó fue instalar una obsesión del grupo sectario que sigue a la pasionaria de Tolosa. Ante la versión de que la reserva la hizo «un político marplatense, que finalmente no concurrió a la cena», cabe preguntarse ¿qué político sería? Uno del FdT imposible. Entonces, uno del actual oficialismo local. ¿Quién? ¿Guillermo Montenegro? ¿Alejandro Rabinovich? Ambos vienen del poder judicial de CABA.
Esa primera mentira, es clave. No hubo encuentro casual: existió una maniobra de inteligencia, con un objetivo claro, el de exponer como violento y misógino al fiscal que condenó a Cristina. Les salió mal.