Entre enojos y ¿amistades?

O el extraño caso de Berni y Guillermo

La bancada del Frente de Algunos Todos venía como lebrel detrás de la liebre: notorios casos de inseguridad en la ciudad con muertos y siniestrados, y un sistema de monitoreo que carece del debido nivel de profesionalismo para ser auténticamente útil a la ciudad, parecían abrir un hueco en la armadura de Montenegro.

En particular, los concejales Vito Amalfitano y Oscar Páez estaban encendidos con este tema, siempre tan sensible en el humor ciudadano. Comenzaron por pedir la Emergencia en Seguridad para luego avanzar con la cita al secretario del área en cuestión, Horacio Garcia. Sumó a esta situación el hoy reconvertido Nicolás Lauría en su extraño viaje de la presidencia del bloque oficialista, a un duro opositor.

Existió entusiasmo por cierto: la tropa de Fernanda Montoto Raverta pretendía dar un duro golpe a la actual gestión a días de las elecciones. «Toto» —así se le conoce al secretario que sigue sin saber muy bien si el barrio Libertad queda al oeste o al sur de la ciudad—, los durmió mal.

El subsecretario de Planificación y Control, Martin Ferlauto, dio una explicación sostenida en datos sobre cuáles son y qué comprenden las funciones del área. Cuesta creer que los ediles no lo entiendan acabadamente, sean opositores u oficialistas. Es obvio incluso para el más distraído que la política de seguridad es responsabilidad de la provincia. Sólo de la provincia.

Juega en esto el barullo que metió Daniel Scioli con la invención de la que fue conocida como «policía local», hoy desaparecida.  En la 99.9, el concejal Guillermo Volponi puso el punto sobre la i al señalar: “la Secretaría de Seguridad tiene una capacidad muy limitada para intervención en la calle. La fuerza principal es la Policía de la Provincia de Buenos Aires, que debe estar coordinada con lo que pretende el jefe político de la ciudad, su Secretario y su equipo de trabajo; que son quienes escuchan a los vecinos y tienen la llegada territorial”. Nadie debería, sensatamente, ignorar esta cuestión tan simple.

La llegada de Sergio Berni —un líbero en el kirchnerismo— aupó a Montenegro y dejó expuestos, como bonobos, a los ediles de la oposición.

Todo lo cual, nos lleva a insistir en un criterio ya expresado en otras oportunidades en esta columna: hay que cambiar la dinámica del COM, y colocar allí un equipo entrenado para la tarea de ver y advertir comportamientos delictuales en progreso. Es ahí en donde está el talón de Aquiles del sistema. El nuevo anillo digital es un avance bienvenido, pero se necesita personal en número y competencia suficiente, y esas dos condiciones no se cumplen. La llegada del grupo UTOI, con un número inicial de 200 agentes y una posible incorporación hacia el verano de otros 300, puede acarrear un cambio importante.

Tiene razón el intendente al pedir la colaboración de la Justicia para que actué expeditivamente. Agrego: hay una gestión fracasada en el orden local en Seguridad. Los cambios no deberían demorar.