Fue a pedido de la concejal Paula Mantero —hoy, curul de la unión patriótica— que el nada apto para el cargo de Carlos Balmaceda se presentó ante la Comisión de Cultura del HCD, la cual preside Mariana Cuesta.
Balmaceda fue convocado para conversar al respecto del ruinoso estado en el que se encuentra la Hemeroteca Municipal, cuya situación ha sido publicada y expuesta en este medio y a través de diversas entrevistas en la FM 99.9. Fue menuda la sorpresa de los ediles al advertir que el secretario de (in)Cultura se presentó a la cita muñido de una pila de libros, e inició su presentación haciéndoles saber que, para hablar con él, o sobre él, deberían leer sus novelas.
En un gesto explícito que expone su fatuidad en toda dimensión, habló de su libro «El manual del caníbal», repasando el derrotero de dicha novela, la cual fue publicada en diversos países, sin dejar de ilustrar a los meros concejales al respecto de la maravilla que implica el descubrimiento de que los libros, en Japón, se leen en sentido inverso. Digno de Ripley.
Quizás creído de ser Jack Palance —quien popularizó los libros al respecto de lo extraño que había puesto en letra de molde Robert L. Ripley—, el secretario de (in)Cultura de Mar del Plata esgrimió como único argumento la historia negativa del área cultural dependiente de la comuna, sin hacer propio este presente de absoluta inacción.
Desde la hora cero fue o bivio que, la del escritor traducido a varios idiomas y que se admira de la costumbre nipona de leer los libros al revés no fue una buena designación. Ya que estaba —si nos la vamos a dar cultos— podría haberse extendido hablando de la regla de T, una regla cultural japonesa para leer Manga, pero se ve que no. Que quedó ahí no más, quizás por entender que los ediles presentes no estaban a su altura, la de un escritor traducido en varios idiomas. Aunque esa presunción no sería tan cierta, después de todo, estaba presente en la comisión el colega Vito Amalfitano, autor del libro «Historia de los penales, la pelota cibernética» que no estará traducido al japonés, pero deber haber vendido unos cuantos ejemplares más.
Pero lo verdaderamente inconcebible, es que Balmaceda siga en su cargo después de haberlo destrozado todo, de haber forjado una relación horrible con el personal de la secretaría que lo desprecia por sus modos y sus formas, después de no haber impulsado una sola iniciativa de valor. Sería mejor nombrarlo ad honorem a Marcelo González, quien hace por la ciudad, en materia cultural, inmensamente mucho más que el funcionario a quien —según dicen— lo bancan para que complete los años necesarios y se pueda jubilar por el IPS. Linda pregunta para que le hagan los hijos: «—Papá, papá, ¿para qué seguís en Cultura? —Para jubilarme por el IPS». ¿Más descaro? Difícil. Y Montenegro —con la plata de los contribuyentes, obvio— lo banca.
Lo cierto es que la biblioteca Leopoldo Marechal, el Centro Cultural Osvaldo Soriano y las bibliotecas barriales están destrozadas. Y —máximo de máximos—, es tanta la desidia y la falta de compromiso que, en el listado que tiene el servicio de seguridad de los edificios de los funcionarios a los que tienen que notificar en caso de que haya situaciones de alarma, figura aún un ex funcionario que hace ya cuatro años que dejó su cargo en la secretaría.
Un autentico tsukaimononinaranai —inútil, en japonés—.