Inseguridad en Mar del Plata: historias de película

La crónica policial ha muerto en nuestra ciudad, reemplazada por una crónica de ficciones policiales escritas en la Departamental y luego difundida como parte de un relato único y sin fisuras por parte de la cadena de corte y pegue local.

La última súper producción, es la detención de dos jóvenes que recibieron, como dote familiar, un point de venta de drogas en el barrio marplatense de Santa Rita, más específicamente en la calle San Salvador al 7000. Se trata de un grupo familiar de apellido Guerra, que se dedica al comercio al menudeo de droga y del cual ya cayeron detenidos padres, tíos, primos y hasta una abuela.

Son tan kapangas, que nada los detiene. El operativo por el cual resultan detenidos estos dos integrantes de la citada familia —uno de 18 y otro de 20 años— se debe a una sagaz investigación que unió acciones encubiertas de la DDI de drogas, imágenes del COM y la anuencia del siempre severo para con el orden establecido juez de garantías Juan Tapia.

Según el texto desarrollado por los escribas del poder, al detener a estos jóvenes —los únicos que permanecían en libertad de todo el grupo familiar—, se secuestró: «marihuana, dinero en efectivo, elementos de corte, balanzas, anotaciones de las distintas transacciones ilegales realizadas, un arma de fuego calibre .380 con cargador completo, gran cantidad de clorhidrato de cocaína fraccionada en envoltorios listos para ser comercializados y otro envoltorio conteniendo la misma sustancia sin fraccionar, el cual por su cantidad equivale a unas 250 dosis comercializadas al menudeo».

Obsérvese que la crónica policial no indica ni cuánta marihuana ni precisamente cuánta cocaína se secuestró. También, que la imputación que les pesa a estos individuos es por infracción de la ley 23.737 y por tenencia de arma de guerra. Ahora bien, o se trata de un grupo de débiles mentales que una y otra vez —como si estuvieran amaestrados para hacer una sola gracia— repiten y repiten las mismas acciones, o hay otra historia, que la crónica desarrollada para el entretenimiento de las audiencias no expone.

Se ofrecieron videos del accionar policial. Imágenes captadas por el COM, en las que se indica estaría probada la venta de droga al menudeo. Pero nunca se ve a un proveedor. No hay mayorista. Es, cuando menos, llamativo.

Casi como que se desmonta un grupo muy visible —y muy torpe—, porque molesta. Y la carátula, muy flojita. La ley de marras, que fue modificada en 1989, dice: «Artículo 204: Será reprimido con prisión de seis meses a tres años el que estando autorizado para la venta de sustancias medicinales, las suministrare en especie, calidad o cantidad no correspondiente a la receta médica o diversa de la declarada o convenida, o sin la presentación y archivo de la receta de aquellos productos que según las reglamentaciones vigentes no pueden ser comercializados sin ese requisito».

Hasta donde se advierte, no es que vendían medicamentos sin autorización. La venta era de droga, pura y dura. Y el lugar de venta, aspecto de negocio de farmacopea, tampoco tiene.

Relatos, historias de películas.