Si se mira la comunicación oficial, Mar del Plata vive la fiesta perfecta: nuevo museo -la mayor obra cultural en años, según el ex Jefe de la Ciudad de Buenos Aires Jorge Telerman-; cuatro polideportivos en los barrios que “cambiarán la historia relacional de estas barriadas”, según la gacetilla oficial, y algunas cosas más. Todo reluce en el relato oficial, al tiempo que volvieron las gaviotas y el “ser marplatense” en la publicidad política expuesta en diarios, canales abiertos, calles de la ciudad y en la promoción puerta a puerta. Cientos de miles -¿quizá millones de pesos?- desplegados a diario con impudicia, y nada más que la búsqueda de retener el poder que garantice la impunidad.
Como refiere el tango que todos tenemos en el oído, ya se verá que todo es mentira, que nada es verdad en este relato ficcional y mentiroso que apañan los medios de papel o digitales que cortan y pegan gacetillas del poder; a veces sólo por una pauta importante, y otras más por un mendrugo o el acceso a un empleo público de algún hijo, hija -o ambos-, o alguna querida a la que ya no hay que mantener del bolsillo sino que pasa al costo del contribuyente.
José Reynaldo Cano expuso esta semana en la 99.9 que la Intendencia, en la persona del propio intendente, malversa recursos públicos. Citó Cano, por ejemplo, los cuestionamientos del Tribunal de Cuentas por el uso indebido de dinero del fondo sojero, recurso que debe aplicarse a mantenimiento de infraestructura escolar. Son cincuenta y un millones de pesos que Pulti derivó al pago de gastos ordinarios. Quizá esos fondos hayan sido destinados a pagar la planta de personal que hoy se aburre en la Casa del Puente, otro anuncio grandilocuente referido a lo cultural, vacío de todo contenido real.
Tal como ocurrió con el Museo del Mar. Remember, remember. Pulti dijo el 29 de septiembre de 2012: “la única alternativa excluida es que el Municipio se desentienda de la suerte del Museo del Mar. Nosotros lo queremos abierto en Mar del Plata por muchos motivos”. Pese a este anuncio rimbombante, hace unos días se conoció que el museo será la sede de una multinacional del software creada y dirigida por un marplatense, hecho que obviamente implica que aquello que Pulti aseguró fue otra falacia discursiva del momento. A este respecto, el creador y responsable de la empresa de software señaló: “Hicimos un estudio en Mar del Plata, y cuando surgió la posibilidad del Museo del Mar dije: ‘me encanta’”, comentó Guibert Englebienne, quien reconoció que durante años llevó a sus hijas al museo. “Cuando me enteré que cerró, fue una noticia realmente muy triste”.
Triste, sí; perverso, también. A Pablo Cisterna lo llevaron al despacho del intendente, le dijeron que no había manera de excluir al Museo del Mar de la oferta cultural de la ciudad, pero no le contestaron nunca más el teléfono, y quedó en manos de una oportunidad de negocios, salvadora en términos de negocios, no de cultura.
En esa fiesta perfecta de la irrealidad hecha discurso político, coló la realidad. Lo hizo en la forma de los vecinos de la reserva ecológica del puerto, sumados a los que habitan la zona lindera a la canchita de los bomberos. Pulti ha señalado que no quiere marplatenses enojados. Difícil será, porque Pulti los agrede a diario, usando irresponsablemente fondos públicos, incorporando personal sin funciones, tal como ocurre escandalosamente en la Casa del Puente.
Esta comuna va a requerir de una próxima administración una conducta que repare, ordene y ponga las potencialidades en marcha. Previo a ello, en los próximos dos años, habrá que formar una comisión investigadora que aclare qué ha pasado con los millones malversados en estos años. Para curarnos, aunque ya no en salud.