Así, finalmente, Guillermo Montenegro blanqueó lo que este medio —en este mismo espacio— develó ya en abril del 2022: el actual intendente no buscará renovar su mandato. Lo dejó claro con una frase contundente: «mi compromiso con los marplatenses es hasta el 10 de diciembre».
No fue lo único que dijo, sino que también abrió una amplia panoplia de argumentos bajándose el precio para clamar su amor de toda la vida a esta ciudad y afirmar también que el candidato será aquel que más le convenga al proyecto. Hubo aún más ejemplos de grandilocuencia, pero ya ésta ha sido expuesta en demasía.
Por fuera de las palabras —y ante una situación por cierto compleja que avizora, junto al cambio de gobierno, un ordenamiento general de la desquiciada economía que deja la actual gestión—, es obvio que Montenegro no se ve para lidiar con lo que se nos viene. Esta deficición, que muchos negaban, ya está expuesta; y vale pensar en el cómo se sigue.
Tiene razón Montenegro cuando dice que no importan los nombres. Es lo que aplicaría, en un universo ideal. La realidad que hoy él tiene —según las siempre discutidas encuestas— un piso del 48% de los votos, a lo que se suma una imagen aún más alta. En otro momento, estos datos serían cruciales para la ciudad y su presente. Hoy, no lo es.
¿Por qué? Porque la elección nacional va a arrastrar al resto de la boleta, al resto de una lista sábana compleja que ubica primero al candidato a presidente y su vice y luego a los aspirantes a los cargos de senadores, diputados, parlamentarios del Mercosur, gobernador y su vice, los legisladores provinciales y recién ahí, al intendente, los concejales, y los consejeros escolares. ¿Corte de boleta? Ni en las ficciones más atrevidas de Management & Fit.
Esta actitud de Montenegro ya abrió huecos en el muro: un alto referente de JxC, en una conversación al respecto, me señaló: «¿Qué? El gordo se baja. ¿Y qué va a cambiar? Nada de nada. Habrá que hacer una PASO local y definirlo, y ya está». En otro espacio local afirman: «Ya avisamos que nuestro límite, es Montenegro. Si hay otro candidato, armamos lista y vamos por la pelea política».
Podría decirse que esto le abre posibilidades a otras fuerzas pero, pese al esfuerzo publicitario del ex intendente GAP —más conocido como «Cospelito»—entre los politizados, y pese también la posibilidad de que el candidato del FdT no sea Montoto Raverta, optándose por una figura más amable y acorde a la imagen que los marplatenses buscan en sus intendentes, como es el caso del actual presidente del Consorcio Portuario, Gabriel Felicia, la realidad es que el plano ya está inclinado.
Y está inclinado por las mismas razones de siempre, aunque ciertos actores del momento dan pábulo a la indignación general. No es más que eso. La colectora de Milei no tiene estructura a nivel nacional ni provincial, y lo local sería para risa si no fuera un espanto. Al momento de enfrentarse a la urna, la sociedad argentina se decanta conservadora. Ninguna prospectiva revolucionaria, venga del escenario político que venga, logra nunca encantar a los argentinos.
La degradación del kirchnerismo, está a ojos vista. Amablemente podría decirse que, con tremendo aparato, lograron llevar a la Plaza de Mayo a unas 40 mil personas para escuchar un soliloquio del pasado que sólo puede comprar un minúsculo sector de la sociedad que ya anuló su capacidad de entender el contexto. Pero eso no es un mérito de los gobiernos de Néstor y Cristina, es un fenómeno de la condición humana, que se ha dado en distintos momentos, y en distintas sociedades. Suele ocurrir, trágicamente.
Aquí, concluirá civilizadamente en la urna, marcando así otro hito en la consolidación de la democracia argentina.