Hay una forma de comprender a los medios de comunicación que se da en cierto universo del poder que sólo acepta la lisonja. Creen que tener los medios ordenados es clave para poder gobernar pacíficamente y sin que haya sorpresas. Es un modelo perverso, que busca ocultarle al pueblo soberano lo que efectivamente ocurre.
No todos tienen precio ni se puede ocultar lo que ocurre todo el tiempo. Hoy, Guillermo Montenegro goza, en las encuestas que maneja, del 70% de imagen positiva. Es una foto, y que bien puede significar nada. Blas Aurelio Primo Aprile fue reelecto con el 62% de los votos, y nadie se fue tan por la puerta de atrás de la municipalidad como él.
En los seis años que ocupó la intendencia consiguió un logro único: que la ciudadanía votara un aumento de tasas con el objetivo de llevar adelante el plan Mar del Plata 2000. En ese mismo tiempo, jamás tuvo un solo título negativo o en su contra en el diario del vacunado VIP Florencio Aldrey Iglesias. Sin embargo, tuvo que renunciar ante la imposibilidad de llevar adelante los asuntos públicos de manera sensata y decorosa.
En ese tiempo, no había redes sociales. Hoy, en cambio, estamos todos, todo el tiempo, a tiro de algún celular capaz de registrar nuestra conducta pública. Lo de las conductas privadas, y las cámaras ocultas, es otra cosa. Creer que tener un comisario de medios que llama para quejarse un título que no gusta, es creer poder dirigir la realidad para hacerla digerible, un grosero error.
La ciudad está sucia. Luce abandonada. Es cierto que no la ensucian Montenegro y sus secretarios, que es una conducta social, espantosa por cierto. Pero corregirla, y trabajar en ese sentido, sí es responsabilidad del poder administrador. Hay mucho para hacer en tema de salubridad pública y cuidado ecológico, si de verdad estamos todos tan preocupados por el medioambiente. Ahora, la cuestión del océano está sobre la mesa, merced a la campaña de manipulación llevada adelante por Greenpeace. Hay que mirar bien qué es lo que ocurre, y entender que lo que se cuestiona ni siquiera se haría en la costa de Mar del Plata.
Un informe de la Fundación Aquae señala que «Las colillas contaminan los océanos tanto como los plásticos. Ocean Conservancy revela que las colillas de cigarrillos son la principal fuente de desecho que han encontrado en los océanos, incluso por encima de envoltorios, botellas, tapones, y bolsas de plástico».
Según Marina Torrisi, creadora de la ONG Colilla al Tacho, «Las colillas son ingeridas por fauna marina, transportan y liberan en el ambiente más de 7.000 sustancias químicas tóxicas entre ellos cancerígenas, metales pesados, hidrocarburos. Se mantienen en el ambiente hasta 25 años y cada colilla puede contaminar 50 litros de agua potable. Específicamente en ciudades costeras alcanzan el mar a partir de los pluviales».
Antes de andar haciendo control de daños por títulos periodísticos, habría que ponerse a trabajar en serio por la ciudad.