Diego Curras, quien en su perfil de Facebook asegura haber estudiado en Yale, trabajar en la CIA y vivir en Toulouse, Francia, me dice: “José Luis, por favor, tirá una buena; son todas malas”. Asumo, porque no tengo modo de confirmarlo, que la info que publica sobre su persona es cierta, es decir, que trabaja en la CIA -¿la gente que trabaja en la CIA publica que trabaja en la CIA?-, que estudió de todo en la Universidad de Yale, y que vive en Toulouse. Y asumo que cada mañana intenta saber qué pasa en la Argentina, nuestro país eternamente sometido a crisis innecesarias por mal manejo de la economía, avaricia de la clase dirigente y falta de sentido común para llevar adelante la cosa pública.
Quizá todo sea nada más que una reedición de lo de siempre, tal como queda planteado por la periodista Silvia Mercado en su magnífica investigación reflejada en el libro “Apold, el inventor del peronismo”. Claro está que los tiempos han cambiado, y la sociedad ha ejercitado cierta clase de reflejo frente al relato del poder; poder de Magnetto o de Parrilli, qué más da, ese relato que busca hacernos creer que todo está bien cuando no lo está.
En la mañana en que a Diego Curras (sea quien sea) se le hacía insoportable escuchar mi trabajo periodístico por considerarlo “mala onda”, el Gobierno daba marcha atrás con la importación de tomates; Alejandro Collia, ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires hacia prensa en Mar del Plata con la firma de un acuerdo con los scouts para que pinten murales en los hospitales públicos en tanto se caía una loza en la sede del Ministerio en La Plata, lugar por el que pasan dos mil seiscientas personas por día. Al respecto, medios platenses señalaron que el ministro sólo había manifestado por Twitter que nadie se había visto afectado. Pero resulta que sí estamos afectados, todos los bonaerenses que padecemos esta administración desquiciada que se apropia de los recursos de los ciudadanos y cree que se gobierna haciendo prensa.
El damero de páginas web que cortan y pegan gacetillas enfocaba, en el mismo momento en que mi trabajo periodístico atragantaba al oyente Curras, la conferencia de prensa del gobernador Scioli, secundado por su jefe de policía Hugo Matzkin, y el públicamente imperturbable Gustavo Arnaldo Pulti, donde se alardeaba con que “los delincuentes hallaron a Mar del Plata blindada”. Sí, que se lo cuenten a María Andrea Suárez, que el 3 de enero le entraron en su casa a punta de pistola, vejaron y humillaron a su marido, amedrentaron a sus hijos y un amigo que estaba allí casualmente. Nada es como lo dicen: hacen ficción con la realidad y pretenden que todos, como corderos, repitamos el mantra de la propaganda oficial.
Puede que algunos, puede que muchos lo hagan. En este caso vivo, vive este equipo de trabajo en la 99.9 y en este medio, un compromiso de dar aire a la realidad. Obsérvese que no hablo de “la verdad”. Hablo de citar hechos, datos, acontecimientos. María Andrea me preguntaba días pasados si nadie vio a estos criminales que ingresaron a su casa, si nadie advirtió nada. Recordemos que la justicia de garantías ha dicho ya en varias oportunidades que la policía no puede sospechar. Estamos demasiado solos, tan solos, que ponerme también a callar, aún a riesgo de dejar audiencia en el camino, sería una canallada para mí mismo y para los que entienden que una sociedad no cambia desde el silencio sino desde la comunicación de lo que sucede, por más trágico que sea y más a mala onda que suene.