A un ritmo febril viene la elección de octubre que marcará una raya en la arena del tiempo que nos toque vivir en los próximos cuatro años. Es obvio que el centro de la escena lo ocupan cada día más Fernanda Montoto Raverta y Guillermo Montenegro. Es un interrogante cuál será, en este escenario híper polarizado, la suerte electoral de Carlos Fernando Arroyo. Es obvio que la gestión cierra con un alto nivel de soluciones y desarrollos para la comunidad.
En estos días se creó el espacio Tango, que funcionará en el chalet Ave María, hoy patrimonio municipal y sede de la Secretaria de Cultura. También estamos ante un escenario de enormes avances en materia de cloacas, agua corriente, y obras concretas que le dan a la ciudad una mayor calidad de vida. En el final del camino aparece la explicitación pública de un damero de realizaciones ciertas que han quedado en segundo plano por el bulling mediático político que sufrió la gestión desde la hora cero.
Cierra su gestión el hombre al cual se señalaba como incapaz de gobernar la ciudad, y se corrían apuestas que no llegaba a marzo de 2016. Concurrieron todos: el bulling del PRO en todos sus niveles, la UCR que lo corrió por derecha e izquierda y se divirtió a mares pidiendo cargos y contratos en cada ocasión, ya sea por votar una ordenanza, o por resolver cargos que requerían del acuerdo en el Concejo Deliberante.
Pero en este escenario, los errores propios del jefe político de la ciudad agregaron un matiz fuerte al demerito innecesario. Un alto cargo de la provincia blanqueó, en charla off the record que, cuando menos en la PASO, Arroyo debía estar en doce puntos. Ese era el número que hacía pensar que la elección requeriría de un acuerdo político con el hombre del piloto.
No hubo campaña propia. Arroyo confió en su hijo y éste dinamitó todo sin piedad ni por sí mismo. Jamás he visto tamaña torpeza. Hernán Tillou, que destaca con brillo propio en cada ocasión que se abre el debate sobre los temas de la sociedad, no puede solo. El bloque de Agrupación Atlántica fue silenciado cuatro años. A la diatriba sistemática no había quién la controvierta.
Un caso íntimo fue el que se dio en relación al debate por los recursos para los gastos del Concejo Deliberante. En uno de los debates internos (debate es una expresión amable) un familiar le espetó al intendente: “¿Cómo vos te vas a oponer Fernando a dar recursos para pagar módulos si vos fuiste concejal y parte de eso mismo que hoy cuestionás?”. Es cierto, no obstante, no debió ser óbice para que se dejara firme la postura de no ceder. La ley cambió y en este departamento de General Pueyrredón no se respeta. Los montos que se dedican a satisfacer la política son un drenaje de recursos públicos escandaloso. Se fraguó en los 8 años de Cospelito (GAP), pero con la anuencia de los que decían enfrentarlo políticamente. Hipocresía que le dicen.