No fue un video más: éste marcó la diferencia entre la imposición de un relato y la verdad expresada en los hechos. Para Hectór Julio Gutiérrez y Daniel Enrique Salerno, numerarios del Comando de Patrullas, el pasado 17 de octubre podría haber sido el último día de pertenencia a la Policía de la provincia de Buenos Aires.
Todo comenzó con un llamado al 911 realizado desde la gerencia de la sucursal del BBVA ubicada en Güemes y Rawson. Clientes alertaban que a las puertas del banco se advertía la presencia de una persona de campera roja en actitud —a criterio de los vecinos clientes— sospechosa. Allí llegaron, con el propósito de identificar a este individuo, los policías Gutiérrez y Salerno.
Lo que era un día más “en la oficina” derivó en un escándalo nacional por la actitud indecorosa y prepotente del juez de trabajo Humberto Noel y el abogado Claudio Spinelli, presentes ocasionalmente en el lugar, que se abalanzaron sobre los policías demandándoles de muy mal modo que dejaran de lado el procedimiento identificatorio. De ahí en más, un episodio triste y lamentable de abuso de poder, mentiras y prepotencia institucional.
Según señala la jueza Jorgelina Camadro en el texto elevado a la Fiscalía General, “sin mediar justificación alguna comenzaron a recriminar el proceder policial vociferando que el procedimiento era ilegítimo, que la intervención policial era arbitraria y que los iban a hacer echar del trabajo ocasionado disturbios, profiriendo improperios y amenazas al personal policial actuante, lo que generó un tumulto de personas, oportunidad que los demorados en primer término utilizaron para confundirse con el resto de la gente y darse a la fuga. Sin solución de continuidad, el sujeto que refirió ser “el abogado Spinelli”, en estado de excitación comenzó a autoinfligirse golpes de puño en el rostro al tiempo que incitaba al personal policial refiriéndole “meteme preso, sacate el arma a ver si sos guapo”.
La conducta desbordada de estos dos “notables” vecinos llevó a la reducción de Spinelli —con impecable técnica, por cierto— y a un cruce ya intenso entre Noel y uno de los numerarios actuantes. La gente ya se había excitado también, y le gritaba a Noel y Spinelli lo que le venía a la boca. “¡Corrupto, juez garantista!”, le dedicaron a Noel, y otros epítetos de aun más elevado tono.
Allí comienza otro aspecto de esta historia. La fiscal Ana Caro, de Flagrancia, se niega a actuar; el fiscal de turno, Juan Pablo Lódola, se niega a actuar. El poder se abroquela en defensa corporativa de los propios y busca engañar a la sociedad enviando todo al juzgado correccional de turno. Humberto Noel y Claudio Spinelli, abogados, eligen mentir para cubrir su conducta impertinente y desnaturalizada. Los dichos de ambos son contradictorios desde el vamos, y el video los deja expuestos en su vileza personal y funcional. De no ser por la vecina que grabó la escena y la integridad de la jueza Camadro de dar un mentís a la trama del sistema enviando a la Fiscalía General a que designe fiscal penal, hoy los policías estarían exonerados, o no promovidos al rango superior, y la máquina gramsciana/zaffaronista habría impuesto su relato de odio.
Video mata relato, y vale algo más que mil palabras.