El ‘annus horribilis’ de los iraníes: “Llevamos un mes sin comer carne en casa”

Los iraníes han sufrido un ‘annus horribilis’, asfixiados por la presión económica de EEUU.

El ultimátum de Irán no llega de casualidad para Majid. Millones de iraníes como él celebraron, en verano de 2015, la consecución de un acuerdo nuclear que reconectaba Irán con el mundo y que, con el fin de las sanciones, abría la puerta a su prosperidad. Muchos soñaron con unirse a una clase media floreciente; los mismos, hace justo un año, vieron cómo todas sus aspiraciones se truncaron con la reintroducción de las sanciones. “Llevamos un mes sin comer carne en casa”, sentencia lacónico Majid.

Hoy, él, como cada vez más personas, recorre las calles de Teherán transportando pasajeros en su coche particular. Es conductor de Snap, el Uber iraní, un empleo extra que se ha vuelto imprescindible para que miles de obreros, funcionarios e incluso jubilados puedan llenar la nevera. Javad, otro de ellos, se echaba las manos a la cabeza hace una semana, cuando empezaron a circular rumores -luego desmentidos por el Gobierno- de que habría racionamiento de gasolina: “¡Sería un desastre!”, masculló.

En los últimos 12 meses, Washington ha ido reimponiendo sanciones a la importación de crudo, que constituye el 23% de su PIB -se estima que Irán ya ha dejado de ganar nueve mil millones de euros por ello-, al transporte de mercancías y a las transferencias bancarias. Aunque su objetivo expreso es “frenar el comportamiento maligno de Irán en la región”, la Casa Blanca está logrando, contradictoriamente, golpear a la población en general y, particularmente, a las clases más dinámicas y aperturistas.

“Estoy teniendo muchos problemas para continuar con mis estudios y viajar al extranjero. Debido a la devaluación, estamos perdiendo nuestros ahorros”, lamenta Sara, una joven estudiante de español cuyo padre, diabético, “tiene problemas para comprar insulina, pues se ha encarecido”. Sara y Said, una joven pareja recién casada, ambos diseñadores autónomos, han tenido que renunciar a gran parte de sus proyectos porque el papel, materia prima en su trabajo, debe importarse y su precio se ha disparado.

El rial se ha devaluado un 60% en sólo un año y los salarios apenas han compensado la pérdida de poder adquisitivo. Si, según el Banco Central, el PIB creció a un 12,3% en 2016, cuando el pacto atómico entró en vigor, en 2018 este se contrajo al 3,9%. El presidente Hasan Rohani pudo jactarse de bajar de dos dígitos la inflación durante su primer mandato. El FMI cree que la inflación puede llegar al 37% para finales de año. En el último año, la carne roja o el alimento infantil ha subido un 57%.

COLAS EN LOS SUPERMERCADOS

El escenario se aprecia a pie de calle: colas para comprar carne en los supermercados municipales de Teherán a precios subvencionados; restaurantes que alteran ingredientes en sus platos -una guindilla por un pimiento- para no encarecerlos en exceso y sus raciones, habitualmente generosas, cada vez menores. Los estantes de los supermercados, cada vez más vacíos de productos extranjeros. En general, un clima de pesadumbre, más que de indignación enardecida. Irán se deprime.

A la hora de buscar culpables, los iraníes apuntan tanto a la corrupción – las protestas de las clases desfavorecidas, en enero de 2017, iban en esta dirección – como a la presión exterior. No en vano, el 40% de iraníes desaprueban el pacto nuclear, según una encuesta reciente de la firma IranPoll, que refleja una tendencia al alza. “América no se saldrá con la suya”, asegura un joven ideológicamente próximo a los rigoristas. Los moderados comentan con frustración la indefinición de Bruselas.

La UE sigue adherida al acuerdo, pero las sanciones secundarias de Estados Unidos han socavado la capacidad de sus empresas de hacer negocios con Irán. Del mismo modo, el empobrecido mercado iraní ha perdido atractivo. Quienes llegaron a comerciar con Irán ahora temen represalias. “Las empresas iraníes que no necesitaban servicios urgentes de empresas del exterior no actúan; las que sí, están redireccionando sus compras a países como China y Rusia”, explica Sharoj Habibi, gerente de la consultoría de negocios Ibero-Persia. “EEUU está empujando Irán a Asia y alejándola de la UE, cuyas economías se necesitan la una a la otra”, remacha.

En el último año, a fin de aplacar los ánimos, el mismo Líder Supremo reconoció corruptelas y la Judicatura, que depende de él, condenó duramente varios casos de corrupción sonados. Muchos de ellos han tenido que ver con el aprovechamiento, por parte de particulares cercanos al poder, de las medidas de saneamiento económico, fallidas, que emprendió el ejecutivo para frenar la caída de la divisa. Al menos dos cambistas de oro fueron ejecutados.

Íntimamente, numerosos iraníes confiesan a EL MUNDO su temor a una escalada de tensión. “Estamos atenazados”, resume Sara, activista feminista. “No nos gusta este Gobierno ni muchas de sus leyes, pero detestamos la actitud de Estados Unidos y las medidas de presión que está tomando. Su presión nos coloca a personas como yo en una situación difícil”. El patriotismo pesa en una generación que no ha conocido la Revolución, pero tiene muy presente el Golpe de Estado de la CIA de 1953.

Irán tiene experiencia en vivir bajo sanciones. Pero la doctrina de “presión total”, impulsada desde la Casa Blanca, ha llevado al país, donde un tercio de la población vive en condiciones de pobreza según economistas, a rigores desconocidos desde los tiempos de la guerra con Irak. La reducción de fondos procedentes de la venta de crudo, en los últimos meses, están limitando sobremanera la capacidad del Gobierno de mantener los programas de subsidios y ayudas a esta fracción de iraníes.

La Casa Blanca no es ajena a ello, y eso enfurece en Irán. “Los líderes [de Irán] deberán decidir si quieren que su población coma”, sentenció el pasado mes de noviembre Mike Pompeo, secretario de Estado de EEUU. “Tienen que decidir si quieren usar su riqueza para importar medicinas y no para financiar los viajes de Qasem Solemaní [jefe del ala de operaciones exteriores de la Guardia Revolucionaria] por Oriente Medio, causando muerte y destrucción”.