En Brasil, también se consigue

Huelga policial, inflación y descontrol de variables en el socio mayor del Mercosur.

Huelga-policial-en-BrasilUnos 6.500 agentes de la Policía Federal brasileña paralizaron el martes sus actividades en una huelga en reclamo por mejores salarios, según un balance de la Federación Nacional de los Policías Federales (Fenapej).
La medida fue respaldada por agentes y peritos criminales en 22 de los 27 Estados del país, según explicó el principal sindicato de la Policía Federal, institución brasileña responsable del control de las fronteras y los aeropuertos y del combate a crímenes federales como el narcotráfico, el contrabando y la corrupción.
El presidente de la Fenapef, Jones Leal, había asegurado que la medida no afectaría directamente a la población, ya que los agentes mantendrían las actividades esenciales. La huelga, sin embargo, pudo atrasar investigaciones criminales e impedir la presentación de denuncias.
“Calculamos que entre el 60% y el 70% de los agentes se adhirieron a la huelga este martes”, aseguró el líder sindical. La paralización de este martes será seguida de nuevas protestas, programadas para los días 25 y 26 de febrero, que buscan presionar al gobierno para que ajuste los sueldos de los agentes de la Policía Federal, que, según la Fenapej, no son elevados en términos reales desde hace siete años.
El sindicato asegura que mientras que el gobierno concedió aumentos salariales de entre el 20 y el 30 por ciento para otros funcionarios públicos, incluyendo a los propios comisarios de la Policía Federal, para los agentes de la institución solo se autorizó un incremento del 15 por ciento.
“Pero el salario es apenas una de nuestras reivindicaciones. Queremos que se resuelvan otros asuntos para mejorar las condiciones de trabajo, como el asedio moral, la falta de efectivos y hasta la falta de buena gestión. Nuestra pauta es gigantesca”, dijo el líder sindical.
Como la huelga coincidió con el Día del Enfermo en Brasil, los agentes realizaron manifestaciones en diferentes ciudades donde presentaron a la Policía Federal como un enfermo crónico abandonado en una camilla que necesita de máscaras de oxígeno para respirar. “La Policía Federal está en la Unidad de Cuidados Intensivos”, decían algunos de los carteles exhibidos por los huelguistas.
Según un comunicado del sindicato, la “deplorable situación del órgano” es resultado de un boicot de la presidente brasileña, Dilma Rousseff, “como castigo por las operaciones contra la corrupción que incomodan al gobierno”.
La crisis policial abre un nuevo frente de conflicto para el gobierno de Rousseff, que prepara a Brasil como anfitrión de la próxima Copa del Mundo, que comenzará en junio.
Las protestas de 2013 durante la Copa Confederaciones y su reedición en los últimos días después de otro aumento en el transporte han despertado temores con relación a la seguridad durante el megaevento deportivo. A esto se suma un nuevo conflicto entre el gobierno y el Sindicato de la Construcción a raíz de la muerte del sexto obrero en la construcción de las obras de cara al Mundial.
Aunque encargados de la seguridad de la Copa afirmaron que 100.000 efectivos estarán abocados a esas tareas, la posibilidad de que las protestas policiales continúen deja abierto el interrogante sobre lo que podrá pasar durante el evento que espera recibir más de 600.000 turistas extranjeros.

TODO LLENO, TODO CARO

Está todo lleno, está todo caro, no hay lugar para los autos, tampoco hay espacio dentro de los trenes y no hay capacidad ni en las autopistas ni en los puertos para transportar todo aquello que las haciendas producen. La paciencia de la población escasea también.
La infraestructura no consiguió aguantar seis años consecutivos de buen crecimiento, seguidos de tres años bastante tristes para la economía. Más allá de la competencia, falta de dinero para construir más. Para tener más dinero, en términos generales, también es necesario crecer más. Pero la presidenta y sus asesores creen que eso del crecimiento de la economía, del PIB, es solo habladuría reaccionaria.
“Brasil está ‘sobrevendido’ (‘overbooking’)”, dijo una amiga en una “red social”. Quiere decir que vendieron más pasajes que los que hay en este avión o en este tren. Esto se ve reflejado en la inflación de precios, el mal humor, en el déficit exterior, y en que todo, siempre, está lleno.
Cada dos días se produce una falla o alguna confusión en los trenes de Sao Paulo. Estadísticas (kilometraje promedio transcurrido entre fallas) e ingenieros dicen que el número de problemas se redujo de 2003 hasta por lo menos 2012 (aún no salieron los datos de 2013 ). Pero, como la red de trenes aumentó, el número absoluto de fallas creció, creando la impresión de que todo empeora. Las personas enojadas y los sindicalistas dicen que eso es solo una excusa.
Poco se confía en los datos e informes oficiales, dada la autoindulgencia de los gobernantes. Geraldo Alckmin (PSDB) le atribuyó la culpa del alboroto del martes pasado en los trenes de la CPTM a “vándalos”, algo que podría ser cierto, aunque la declaración suscita burla, dada la lentitud en la construcción del metro y en la investigación de los negocios turbios con los trenes.
Dicho esto, el número de pasajeros transportados cada día hábil en São Paulo creció un 57% en el metro y un 109% en los trenes, entre 2004 y 2012, lo que significa un aumento brutal en la demanda. Sin embargo, como las estadísticas sobre la oferta (asientos, velocidad, etc.) son malas, es difícil conocer la magnitud de la escasez. Sólo se siente.
Los cortes de energía son otro problema. El suministro de energía y el sistema de transmisión mejoraron bastante desde el apagón de 2001. Sin tener en cuenta desastres meteorológicos, parece que no va a faltar energía, aunque la credibilidad de las explicaciones oficiales deja mucho que desear. Dilma Rousseff bromeó con que los rayos pueden causar apagones.
A pesar de la aparente situación de mejoría, los precios “mayoristas” de electricidad están por las nubes y las personas dependen de la energía cara y contaminante de las termoeléctricas.
Es malo con ellas, pero es peor sin, lo que no es un consuelo. La situación está muy ajustada, incluso después de tres años de un crecimiento pobre de la economía. Si el país hubiera crecido a tasas más altas, ¿la falta de luz sería aún peor?
Por otra parte, el mercado de la electricidad, entre otros, está desorganizado debido a las tonterías del gobierno. La cuenta de luz no es más cara solo porque el gobierno subsidia (paga) el costo extra de las termoeléctricas, mientras se endeuda a intereses altísimos para poder hacerlo.
Los precios “por debajo del costo” estimulan el consumo más allá de lo que sería recomendable, dada la escasez de agua (y, potencialmente, de energía).
Brasil está quedándose sin resto. Realmente está sobrevendido.