Un jefe narco financió obras dentro del Penal de Ezeiza

Se trata de refacciones en las tribunas de la cancha de fútbol del Módulo 1. En el pabellón H. “Ranchaba” con otros pesados de la droga: un miembro del cártel mexicano de Los Zetas y un lavador de dinero del “Loco” Barrera Barrera.

NarcotráficoEl estadio Francisco 1 tiene el césped bien recortado, tribunas que alternan cemento y tablones, parrillas y sombrillas de paja con mesas redondas donde protegerse del sol. Predominan el blanco y el rojo. Allí se entrena el Social Deportivo de Fútbol Ezeiza, el club que armaron los internos del Módulo 1 del Complejo Penitenciario Federal 1. El proyecto cuenta con el padrinazgo de Deportivo Morón y los jugadores tienen vestuario y utilería donde cambiarse antes de cada práctica o partido.
Pero no sólo el “Gallito del Oeste” apadrinó la iniciativa. En las pasarelas de los otros módulos del penal federal, hay un rumor que galopa desbocado: los presos dicen que parte de la construcción fue costeada por Ignacio Álvarez Meyendorff, el colombiano que fue extraditado a Estados Unidos este año, acusado por un tribunal neoyorquino de ser uno de los principales financistas del cártel del Valle del Norte.
El dato fue confirmado por los propios internos del Módulo 1 y por altos mandos del Servicio Penitenciario Federal. La vida de “Nacho” siempre tuvo tintes cinematográficos. En Ezeiza ocupaba la celda 5 del pabellón H. Gastaba las noches conversando con algunos compañeros de encierro. Uno de sus “ranchos” era Ramiro González Warcalde, quien antes había montado la estructura financiera en Argentina para blanquear dinero proveniente del narcotráfico. González Warcalde cayó junto a otros familiares de su jefe. En su declaración indagatoria contó que lo había asesorado para comprar ocho casas del Club de Campo Abril de Berazategui y también propiedades en Nordelta, partido de Tigre, entre las que se encontraba la vivienda donde se hospedó una de las ex mujeres del capo Daniel “El Loco” Barrera Barrera junto a sus hijos.
Otro compañero era Marcos Abraham Bronzoni, quien se hizo famoso con el apodo de “Viudo negro”. Bronzoni está condenado a 29 años de prisión por drogar con benzodiacepina a los hombres que contrataban sus servicios sexuales para dormirlos y robarles. La clave para “trabajar” era conseguir clientes que ocultaban su elección sexual en los círculos que frecuentaban, para asegurarse la impunidad.
El cuarto miembro del grupo era Luis Rafael Ulibarri Del Río, quizás el único zeta mexicano preso en Argentina. Ulibarri Del Río cayó en septiembre de 2011 en La Plata con más de 50 de kilos de cocaína que planeaba enviar en almohadillas de gel terapéutico a Portugal.
La preocupación que mantenía alterado al colombiano en su estadía carcelaria era su salud física. Enfermo de diabetes, en su país se había sometido a un trasplante de riñón y estaba en la lista del Incucai por un trasplante de hígado. Por eso era trasladado en imponentes operativos de seguridad a la Fundación Favaloro para los chequeos de rutina.
Aquí nace otro mito sobre su paso por la Argentina. Una fuente penitenciaria reveló que antes de su extradición a Estados Unidos, comenzó a crecer el rumor de que Álvarez Meyendorff estaba dispuesto a poner varios millones de dólares y fugarse cuando fuera derivado al hospital para operarse. Recién cuando fue extraditado, los penitenciarios respiraron tranquilos. O casi.

VIVEZA CRIOLLA. Nacho llegó al país en 2003 y dos años más tarde recibió la residencia permanente. El nivel de seguridad fue uno de los factores que lo trajo aquí. La facilidad para montar empresas fantasmas y lavar dinero de la venta de cocaína lo motivaron a instalarse junto a su familia, entre 2006 y 2008, en el departamento 6 del tercer piso de la lujosa torre Los Robles, dentro del complejo de siete edificios ubicado sobre Rosario Vera Peñaloza 450, en Puerto Madero. Sus hijos comenzaron a estudiar en la UCA. Luego se mudaron al Club de Campo Abril, el exclusivo barrio montado en la estancia que la familia Pereyra Iraola poseía en Hudson.
Sin embargo, él prefería pasar los días en la Estancia Santa Clara, en el km 204 de la Ruta 51, en Chivilcoy. Allí se hospedaba en una casa de once habitaciones, nueve baños, sauna, pileta y disfrutaba de la sala de cine. Además tenía 14 boxes para caballos, 240 cabezas de ganado y un bar.
Su vida marchaba mansa, sin grandes sobresaltos. La asistencia de Ramiro González Warcalde le había posibilitado comprar muchas propiedades lujosas para él y sus socios. Además, se permitía viajar sin despertar sospechas. Según la Dirección Nacional de Migraciones, entre el 10 de mayo de 2003 y el 18 de agosto de 2006, entró y salió del país en reiteradas ocasiones. Sus destinos preferidos fueron Colombia, Uruguay, Panamá, Chile y Bolivia.
Los asuntos de negocios comenzaron a cobrar intensidad el 24 de enero de 2006, cuando asumió como Presidente de Cattle SA. En la misma Asamblea, su esposa María Stella Vieyra, fue designada Vicedirectora de la compañía. Luego, la empresa pasó a manos de otros colombianos, familiares de la mujer.
Rápido para blanquear efectivo, dos días más tarde, Álvarez Meyendorff, junto a sus hijos Sebastián y Mauricio Álvarez Sarría, constituyeron la sociedad San Judas SA. El 5 de mayo de 2007, una Asamblea Extraordinaria designó a sus hijos como Presidente y Director Suplente, respectivamente, de la empresa Fara SA, que montó su sede en el edificio ubicado dentro de la Galería Boston, en Florida 142, en el Microcentro porteño.
La buena racha pareció que iba a cortarse cuando abrió una cuenta de 700 mil dólares en un banco privado y no presentó la documentación que respaldara la transferencia. Eso lo puso en la mira de la Unidad Investigación Fiscal (UIF), que en 2006 informó sobre estos movimientos a la Unidad Fiscal Antilavado. El expediente luego pasó a manos del Juzgado Federal N º 2 de Capital Federal, que se declaró incompetente y giró la causa a la Cámara Federal, que cambió la carátula a Contrabando de Divisas. Con los reflejos intactos, Nacho cerró todas las cuentas de las sociedades en las que aparecía involucrado. Entonces, la UIF pidió colaboración de la Unidad Administrativa Especial de Información Análisis Financiero de Colombia, que envió información de carácter reservado a la justicia federal. Pero Nacho jamás fue citado a declarar y siguió escribiendo su historia lejos de las rejas.
Recién cinco años más tarde sintió el metal de las esposas cerrarse en sus muñecas. En abril de 2011, fue detenido en el aeropuerto internacional de Ezeiza, al regreso de la Polinesia Francesa, donde había viajado junto a su esposa, sus dos hijos y su nieto. No fue la justicia argentina la que solicitó su captura sino el Juzgado Penal Correccional   N°11 de New York Este, Estados Unidos. Para Bonnie Klapper, el fiscal que lo investigó, Nacho estuvo involucrado en el tráfico de cocaína a Estados Unidos a través de submarinos  y participó activamente de los movimientos financieros del “Cártel del Valle del Norte”.
En Argentina, la causa recayó en el Juzgado Federal de Lomas de Zamora, a cargo de Carlos Ferreiro Pella, que ordenó su detención. Pero resulta que cuando fueron a detenerlo, se había ido de vacaciones y tuvieron que esperar que regresara para cumplir la tarea que había pedido la justicia estadounidense.

El dato

La cifra: 5 millones de dólares habrían lavado los hermanos Ignacio y Juan Fernando Álvarez Meyendorff en algunos clubes de la primera división del fútbol colombiano.
“Los famosos”. En el Módulo 1 de Ezeiza se hospedan algunos detenidos “famosos” del sistema penitenciario federal. Allí están José Pedraza y Eduardo Vázquez. En el pabellón H se encuentra Jorge Mangeri, acusado por el femicidio de la joven Ángeles Rawson.

El operativo Luis XV

En abril de 2012 cayó en Buenos Aires una banda que tenía planeado enviar un cargamento de cocaína a Europa y Estados Unidos escondido en muebles de estilo Luis XV. Entre los detenidos figuró Mónica Jimena García Rivera, la Sargenta de la Policía Bonaerense que trabajaba en la Jefatura Departamental San Vicente. Colombiana de nacimiento, se manejaba con dos DNI diferentes y hasta figuraba como miembro de una empresa sospechada de lavado de dinero. Su hermano Jaime, colombiano también, era el encargado de custodiar el galpón de Aristóbulo del Valle 917 en Lanús, donde se hallaron 280 kilogramos de cocaína distribuidos en 254 panes ocultos en los dobles fondos de los muebles. Además de los hermanos Rivera García, fueron detenidas 23 personas: nueve colombianos, dos españoles y doce argentinos. El cargamento confiscado tenía un valor de 14 millones de euros en el mercado europeo y de 25 millones de dólares en el norteamericano.
La investigación de Gendarmería Nacional pudo vincular a 83 colombianos con 42 empresas que manejaban alrededor de 50 millones de dólares y formaban parte de la telaraña de sociedades que facilitaban dinero para cambios de domicilios, tomar medidas de seguridad a través de sofisticados aparatos de comunicaciones y de esta forma, dificultar las investigaciones policiales.
La mayoría de estas compañías estaban relacionadas con Nacho. Aquí aparecieron también los nombres de sus hijos Mauricio y Sebastián, herederos de la tradición familiar.

Acusaciones en EE UU y Colombia

Según la Unidad de Información y Análisis Financiero de Colombia, Nacho y su hermano Juan Fernando montaron una red de empresas, cuyo capital trepó hasta los 700 millones de dólares. Esas firmas ahora son del Estado colombiano. Para la Corte Federal estadounidense, Nacho es uno de los grandes financistas de los envíos millonarios de cocaína al Caribe, México y Estados Unidos. Se sospecha que en 2009 diseñó el envió de 8000 kilos de cocaína de Colombia a los Estados Unidos en submarinos. Sus socios fueron Daniel “El Loco” Barrera Barrera y Luis “Don Lucho” Caicedo Velandia, dos pesos pesados que cayeron en los últimos años.