Odisea pesquera II

Una radiografía del sector. Lo qué pasa en Chubut. ¿Por qué en Samborombón no pescan las embarcaciones marplatenses? Un terreno alambrado imaginariamente en las aguas argentinas.

Hace 15 días, en la edición 1350 de N&P y bajo el título «Odisea pesquera I», poníamos en negro sobre blanco la situación que atraviesa a una parte importante de esta industria.

Una provincia, Chubut, que tiene virtualmente «alambradas» las 12 millas marinas donde el gobierno provincial ha plantado jurisdicción y deja hacer y deshacer a quienes extraen allí y bajo su esfera, por ejemplo, langostino en época estival, cuando se supone que debe ser preservada la especie para un manejo responsable y sustentable.

Tampoco se le permite al Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP) realizar estudios claves para determinar, justamente, la sustentabilidad del recurso de la especie en cuestión.

Más cerca nuestro, en la Bahía de Samborombón, el municipio de Lavalle toma dominio de las aguas proyectando, desde un puerto municipal, un privilegio para quienes son parte de la antigua flota artesanal, hoy devenida en una modernizada flota de embarcaciones que empiezan a disputar una porción de la pesca a otros actores de la actividad.

Además —y sin que medie mayores explicaciones ni fundamentos de peso— no permiten a las lanchas de Mar del Plata que se aproximen a buscar variado, caballa y anchoas porque no están autorizados por ellos para hacerlo. Encima, por artes de pesca más devastadoras, tampoco los ejemplares de esas especies logran penetrar las redes para llegar hasta nuestras costas, como lo hacían antes. Eso provoca un fuerte desabastecimiento a la flota marplatense de una pesquería esencial para la subsistencia.

Pero, como si esto fuera poco, hay más: el colaboracionismo uruguayo para con buques españoles que se reabastecen en el puerto de Montevideo. Esto les permite soportar el tiempo necesario para pescar al borde de las 200 millas del Mar Argentino, incluso ir bien al sur a buscar pescado, para luego reabastecer otra vez en el «paisito» y retornar hacia Europa.

La clave es que el producto extraído con buques de bandera española es un recurso concretamente argentino, pero puede ser usufructuado por empresas transnacionales sin que ningún beneficio aporte al sector productivo de nuestro país. Es decir, lo que podría ser pescado, producido y exportado desde las plantas argentinas se va derecho en las bodegas de los buques españoles hacia el viejo continente. Sobre esto, la Cancillería nacional debería levantar la voz, pero no lo hace.

El dilema

Dicho todo lo anterior, para que el lector pueda entrar nuevamente en tema, veamos cómo sigue este dilema.

En Chubut abunda el «oro naranja»: el langostino. Es la especie que ha generado un cambio drástico en el sector pesquero, impulsando a muchos empresarios a reconvertirse para orientar sus esfuerzos a la explotación de este recurso. Eso generó, también, una adaptabilidad necesaria en la industria, inversiones asociadas, generación de trabajo y expuso las falencias que existían en el sistema.

Y también provocó otros inconvenientes, como la falta de diversificación de la matriz pesquera, algo de lo que se quejaba en una entrevista realizada por la FM 99.9 el empresario Raúl Cereseto, presidente de la Fundación de Sostenibilidad Pesquera y autor del libro «De proa al sur». Para él, «la flota fresquera está concentrada en langostino, merluza y calamar», generando un problema de competencia mientras «se desaprovechan otras especies que se podrían trabajar» (…) «En Chubut abunda la anchoa que Mar del Plata está padeciendo, hay una biomasa distribuible muy grande. Alimenta la industria conservera marplatense y entre 400 a 500 personas están trabajando con anchoas. Esto genera, también, una mayor demanda para el Mar Cantábrico, que de 50.000 toneladas por año que están acostumbrados a extraer solo pudieron obtener 10.000 toneladas, afectando a la industria en Marruecos y Europa», sostuvo.

La solución que observa Cereseto sería una decisión empresarial de ir por el resto de las especies, aunque esta decisión debe ser acompañada por políticas públicas. Para eso, es necesario convocar a una mesa a empresarios, políticos, sindicalistas y científicos. Todos estos son actores que pueden expresarse sobre el tema para definir estrategias. El empresario sabe, también, que es difícil seguir el ritmo de las demandas sindicales con inflación del 115% y un dólar que quita competitividad sobre los recursos menos rentables. Y aun es difícil a pesar de que esas otras especies podrían llegar a tener demanda internacional.

Para el empresario marplatense Mariano Retrivi, presidente de ALFA, en Chubut está parte del problema que hoy sufre el sector pesquero nacional. Lo primero que hay que decir es que hubo una migración importante de barcos de Mar del Plata que, hace unos 15 años, eligieron irse al sur porque los puertos chubutenses les ofrecían mejores condiciones. Es decir, menos costos de servicios, por un lado, y recurso más a mano, por el otro. La ecuación económica, así, era más interesante.

Retrivi afirmaba en los micrófonos de la FM 99.9 que, con respecto al langostino, que es lo que genera mayores incomodidades, «si bien el recurso viene dando buenos datos desde 2015 todos tenemos conciencia de que hay que empezar a tomar acciones de preservación». Y lo dice como un actor interesado de la actividad. «Sin embargo —agrega— desde la Provincia de Chubut lo toman como un recurso propio y no como parte de una pesquería nacional».

La crítica de Retrivi va de la mano de aquello que se señalaba antes y es que existen dos zafras claramente definidas: la del invierno, donde pescan todos los barcos y que podría distinguirse como «la nacional», y la del verano, en la que el gobierno chubutense abre la compuerta imaginaria para que ingresen a las 12 millas de jurisdicción provincial los barcos que están autorizados para hacerlo. De lo que se queja ALFA, en definitiva, es quesi se pesca dentro del sector donde el langostino debe llevar a cabo su ciclo biológico es inminente que en algún momento se acabará el recurso o, seguramente, se colocará en situación de crisis. Y eso no es nuevo porque ya ha sucedido con la merluza hubbsi durante varias décadas.

Riesgoso y preocupante

Muy pocas cosas diferencian, en la esencia, lo que ocurre en Chubut de lo que pasa en la Bahía de Samborombón: en el fondo de la cuestión, en ambos lugares pareciera que se cuecen las mismas habas, con privilegios para unos y dificultades para otros. Y en Lavalle, con un elemento que genera más preocupación que en Chubut: la pérdida de calidad del producto puede poner en riesgo la presencia de Argentina en mercados internacionales vitales para la pesca, ya que se ha llegado a denunciar que los desembarques que se realizan en el puerto bonaerense no tienen controles de ningún organismo nacional y que se hacen entre el barro de la orilla del río e, incluso, que el transporte del pescado carece de las medidas sanitarias elementales para la conservación del producto.

Tampoco hay un criterio de proyección del negocio. Eso está claro y a la vista de todos. Y es uno de los detalles que preocupa a quienes, durante años, han apostado por la construcción de una industria pesquera que compite de igual a igual, en calidad de producto, con cualquiera que le intente hacer sombra.

Sin un ordenamiento de fondo, que ponga sobre la mesa las aspiraciones de todos y las posibilidades de lograrlas, el riesgo de extraer hasta agotar está a la vuelta de la esquina. Y va de la mano de un achicamiento de la cantidad de actores, provocando concentración por un lado, y desplazamiento por otro.

Como ya les pasó a las lanchas amarillas de Mar del Plata, que ya no pudieron ir a pescar a Samborombón, les puede pasaren cualquier momento a los buques de la flota langostinera, que no puedan pescar en algunas aguas jurisdiccionales de provincias patagónicas porque las mismas se arroguen el derecho, para sí, de un recurso que es nacional pero que debe ser manejado con criterio de equidad y justicia para todos los actores por igual.