Editoriales desde la redacción de N&P
En el insoportable ir y venir del poder o no poder de Cristina Elisabeth Fernández y la cuestión de quién tiene la lapicera en el gobierno nacional, la renuncia de Matías Kulfas pasaría a ser sólo una cuestión de imprudencia discursiva, anche política.
Celebrado por todo lo alto por el universo de cultivadores canábicos fue el anuncio del presidente Alberto Fernández de la firma del decreto que permite el cultivo de marihuana para uso medicinal y otros rubros. Durante el anuncio, muy a su estilo, el presidente elegió una frase para celebrar ese momento junto al ministro Kulfas y los activistas canábicos: «Es otro triunfo contra la hipocresía».
El mundo debate la liberalización del consumo de drogas, en particular de aquellas que se definen, eufemísticamente, como «recreativas». La estrella de esta postura es el cannabis sativa, la archiconocida marihuana. Sin embargo, no es la única droga en torno a la cual se ha montado esta construcción discursiva.
Existe un paralelismo muy claro entre lo que ocurre hoy en Ucrania con la invasión rusa y la “operación de castigo” lanzada por China sobre Vietnam en 1979.
A excepción de la inteligencia de los Estados Unidos y del gobierno ucraniano, nadie creía que Vladimir Putin se lanzaría a una guerra por la ocupación de Ucrania. Hoy nadie ríe, y muchos lamentarán, en el futuro cercano, el no haber tomado debida cuenta de los riesgos que implica el haberse abrazado al gas ruso, cuyos precios de oferta jugaron un rol tan grande, por ejemplo, en la competitividad de la industria alemana.
Los eventos iniciados por la invasión criminal de Ucrania por parte del gobierno de Vladimir Putin mueven el tablero global aún más que la caída del muro de Berlín en 1989, que llevó al desmembramiento del sistema imperial soviético que mantenía bajo su garra a un conjunto variopinto de naciones.
