Editorial

Ya nada será igual

Historiadores de diversas escuelas coinciden en señalar que el siglo XX comenzó con la Primera Guerra Mundial, a cuyo final se produjo la mal llamada “epidemia de gripe española”. Mal llamada, por que el primer caso se produjo en Camp Funston (Kansas) el 4 de marzo de 1918, pero la censura de la prensa por conflicto bélico silenció la pandemia, de la que al principio sólo se informó en España y de ahí su denominación. El primer caso confirmado de la mutación que convirtió la gripe en letal se produjo el 22 de agosto de 1918 en el puerto de Bres (Francia). El movimiento de personas que supuso el fin de la Primera Guerra Mundial ayudó a su extensión por todo el mundo.

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China y la curva de aprendizaje

Hoy el mundo mira admirado a China por la cuasi erradicación del Coronavirus conocido como COVID-19. Al 11 de enero, cuando se dio la voz de alarma mundial, se llevaban semanas de contagio, ya que las autoridades no detuvieron el masivo movimiento de miles de millones por la celebración del nuevo año chino.

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Impactos globales en un mundo en cambio constante II

En la editorial del 9 de febrero exponíamos el impacto global que provocaría el coronavirus detectado en China, en la región de Wuhan. Para ese momento, en Argentina el impacto parecía demasiado lejano para los medios, en particular los de la metrópolis, que acotaron la comunicación denominada “nacional” en el drama del asesinato de Fabián Sosa a manos de un grupo de jóvenes en una noche de locura y muerte en Villa Gesell.

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Nada es definitivo

El mundo suele definirse en absolutos. El fin de distintas enfermedades ha sido, de hecho, uno de los temas donde más se aplica ese ideal colectivo. El retorno del sarampión, que se ha llevado una vida en estos últimos días en nuestro país, fija el tono de un drama autoinfligido, provocado por una enfermedad incurable de la humanidad: la estupidez.

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No es triste la verdad, lo que no tiene es remedio

El sistema jubilatorio argentino está en crisis. Nunca dejo de estarlo. Lo está porque los parámetros del flujo de recursos nunca ajustan a la realidad, y los mecanismos de acumulación se desvanecen ante la macroeconomía inestable y el uso político financiero de los recursos que genera.

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