Ya nada será igual

Era febrero de 1985, verano intenso, con la política asediada por interrogantes inmensos: juicio a las juntas, inflación alta, internas en el gobierno de Alfonsín, que había llegado para ir a levantar las persianas de las fábricas y no lograba hacer pie ante una deuda externa que adquiría proporciones monstruosas por la política monetaria del presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Paul Volcker.