Si ante la ley no son todos iguales, no es ley

El accidente vial en la «bajada del golf», que no fue siniestro por obra y suerte del destino y que quedó reflejado en un video viral, expuso una loca carrera a 150 km/h en un auto de alta gama, de un modelo del cual sólo ingresaron a nuestro país 300 unidades.

En el seguimiento de los hechos que permiten hacer las imágenes registradas por las cámaras de seguridad puede verse al conductor —que resultó ser Francisco Martínez Allúe, de 20 años— quien a tontas, aturdido por los giros del vehículo y por los golpes, atina a emplear su celular y a hacer un llamado.

Quien atiende fue su padre, Miguel Martínez Allúe, millonario súbito, quien transitó de un pequeño local en la calle Belgrano casi Independencia a un esquema de negocios de alto perfil a nivel local.

Tal como señalé el día de los hechos, lo que correspondía era hablar del conductor, no de su entorno. ¿Por qué? Porque las citas que acompañaban el correr del video citaban «tremendo palo en la costa del hijo de Martínez Allúe», lo cual no me pareció justo.

Todo cambió al otro día cuando la manito inquieta de Miguel Martínez Allúe comenzó a meter presión en los medios para que citaran «el presunto conductor del vehículo accidentado en la bajada del golf sería el hijo de un importante empresario». No jodamos: ni presunto, ni importante.

El conductor de ese vehículo era Francisco Martínez Allúe, el hijo de Miguel Martínez Allúe. Ni se presume su responsabilidad, ni es su padre una persona «importante». El Toyota 300 Yaris es un fierro increíble. A tal punto, que no se entiende cómo es que está habilitado para circular en Argentina.

La presión que le está metiendo Miguel Martínez Allúe a los medios, es brutal. Hay algunos que no han publicado y, aún peor, otros que publicaron y después dieron de baja de sus archivos la cobertura del hecho. Patético. Aquí hay interrogantes. Interviene en la causa el fiscal Pablo Cistoldi. Lo que sucedió fue registrado por las cámaras del COM. No hay cómo disimular que la conducción temeraria de Francisco Martínez Allúe no terminó en una muerte —insisto— porque el destino así lo quiso.

Ignacio Arostegui, quien quedó en el escenario de lo público tras impactar el cantero de Aristóbulo del Valle y la costa, recibió una sanción de 400 mil pesos por los daños provocados y la obligación de hacer un tratamiento, anche al suspensión de su carnet de conducir, tema en el cual participó activamente el intendente Guillermo Montenegro.

Aquí hay otro actor esencial: la Agencia Nacional de Seguridad Vial, que tomó la correcta decisión de sacarle el carnet de conducir a Arostegui. No hay nada que indique que en este nuevo caso se deba actuar de ningún otro modo.

Nota al pie: a bordo del vehículo siniestrado, estaba un coequiper de Francisco Martínez Allúe. Las crónicas —las que quedaron ubicables— hablan de un sólo pasajero. Ese dato no es cierto.